Hace algunos años, durante una gira de promoción de libros en Europa, me entrevistaron para una revista. Me encontré frente a un periodista, quien a todas luces acababa de graduarse, acompañado de un fotógrafo y dos ayudantes. Instalaron luces y cámaras como si se tratara de retratar al Papa para la posteridad y el periodista -un joven guapo con la camisa abierta y una medalla de oro sobre su pecho tostado por el sol- me hizo la primera pregunta : ¿ Qué hace usted ? Desconcertada, no supé que contestar y él aclaró : Me mandaron a entrevistarla, pero no sé quién es usted. ¿ Puede decirme qué hace ? Caí vencida por uno de esos impulsos irresistibles y le dije que era cantante de ópera. La verdad es que siempre he querido ser una diva y no pude dejar de pasar la oportunidad de serlo. Durante treinta minutos hablé de mi brillante carrera como soprano y de las muchas veces que había cantado junto a mi buen amigo Plácido Domingo, por quien, lo confieso, tengo una cierta debilidad romántica : debe ser maravilloso oírlo cantar en la ducha. El periodista condujo nuestra conversación sobre el supuesto de que yo protagonizaría La Bohème en la Scala durante la temporada lírica.
Isabel Allende, “Unas palabras a modo de explicación”, in Celia Correas Zapata, Isabel Allende, Vida y espíritus, Plaza & Janés, Barcelona, 1998, p.9-10.
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