mardi 30 août 2011

La chanson du mardi, choisie par Elena

http://youtu.be/5yzZEm0k_L8

Question de lexique

Qu'est-ce que la = CHORONYMIE ?

Entretien avec un imprimeur – Imprimerie Cayfosa (Espagne), réalisé par Alexis Poraszka

Il s'agit d'un de l'imprimeur avec lequel travaillent régulièrement les Editions Hazan, où je termine mon stage.
Je tiens à remercier Bernat Peypoch pour avoir gentiment accepté de répondre à mes questions.


1) Quels types de documents imprimez-vous ? Quelle part représente l'impression des livres ?
Nous imprimons toute sorte de documents (fascicules, plaquettes, dépliants, magazines, livres, catalogues, dictionnaires)
L’impression de livres représente aprox. 40% du volume.

2) Travaillez-vous avec des maisons d'éditions ? Rencontrez-vous les éditeurs ?
Oui, les maisons d’édition sont nos clients et nous traitons avec le service fabrication.

3) Quels sont les différents postes occupés au sein de l'imprimerie ?
Département administratif
Département commercial
Département du service client
Département de production

4) Quelles sont les techniques utilisées dans l'imprimerie Cayfosa ?
Impression offset feuille
Impression offset rotative

5) Quel matériel représente le plus gros investissement ?
Le plus gros investissement correspond aux rotatives offset

6) Globalement, quel parcours suit le livre, de la demande de devis à sa distribution ?
Devis
Présentation maquette en blanc (pour validation des matériaux utilisés)
Imposition
Validation des traceurs
Impression
Pliage (si impression feuille)
Façonnage (brochage, reliure)
Transport

7) Sous quelle forme vous fait-on parvenir les documents à imprimer ?
Fichiers pdf envoyés soit dans un cd/dvd soit via un site ftp

lundi 29 août 2011

Question de lexique

Qu'est-ce que = l'AUTONYMIE ?

Version de CAPES, 8 (à rendre pour le 1 septembre)

No sé qué día de Agosto del año 1816 llegó a las puertas dela Capitanía general de Granada cierto haraposo y grotescogitano, de sesenta años de edad, de oficio esquilador y deapellido o sobrenombre Heredia, caballero en flaquísimo ydestartalado burro mohino, cuyos arneses se reducían a unasoga atada al pescuezo; y, echado que hubo pie a tierra, dijocon la mayor frescura «que quería ver al Capitán general .»Excuso añadir que semejante pretensión excitó sucesivamentela resistencia del centinela, las risas de los ordenanzasy las dudas y vacilaciones de losedecanes antes de llegar aconocimiento del Excelentísimo Sr. D. Eugenio Portocarrero,conde del Montijo, a la sazón Capitán general del antiguoreino de Granada.... Pero como aquel prócer era hombre demuy buen humor y tenía muchas noticias de Heredia, célebrepor sus chistes, por sus cambalaches y por su amor a lo ajeno...,con permiso del engañado dueño, dió orden de que dejasenpasar al gitano.Penetró éste en el despacho de Su Excelencia, dando dospasos adelante y uno atrás, que era como andaba en las circunstanciasgraves, y poniéndose de rodillas exclamó:—¡Viva María Santísima y viva su merced, que es el amode toitico el mundo!—Levántate; déjate de zalamerías, y dime qué se te ofrece...—respondió el Conde con aparente sequedad.Heredia se puso también serio, y dijo con muchodesparpajo:—Pues, señor, vengo a que se me den los mil reales.—¿Qué mil reales?—Los ofrecidos hace días, en un bando, al que presente lasseñas de Parrón.—Pues ¡qué! ¿tú lo conocías?
—No, señor.
—Entonces...
—Pero ya lo conozco.
—¡Cómo!
—Es muy sencillo. Lo he buscado; lo he visto; traigo lasseñas, y pido mi ganancia.
—¿Estás seguro de que lo has visto?—exclamó el Capitángeneral con un interés que se sobrepuso a sus dudas.
El gitano se echó a reír, y respondió:—¡Es claro! Su merced dirá: este gitano es como todos,y quiere engañarme.—¡No me perdone Dios si miento!

Pedro Antonio de Alarcón, « La buenaventura »

Version de CAPES, 7 (à rendre pour le 27 août)

El pandero de piojo

Había una vez un rey que tenía una hija.Un día, la muchacha sintió que tenía un extraño picor en la cabeza. El rey apartó su hermoso cabello rubio y descubrió un pequeño piojo.
- ¡Qué piojo tan atrevido! –exclamó el rey-. Instalarse en la cabellera de una princesa… Lo encerraremos en una tinaja para que crezca, y como castigo, cuando su tamaño sea suficiente, haré un pandero con su piel.
Así lo hicieron, y el piojo creció tanto que el rey pudo al fin hacer el pandero.
- Hija –dijo el rey- este pandero que he mandado hacer con la piel del piojo que te molestó será quien decida tu futuro marido y el futuro rey de estas tierras. El hombre que adivine el material con el que está hecho será el afortunado que obtenga tu mano. Así lo haré saber.
Después del anuncio del rey, muchos jóvenes guapos y valientes fueron hasta el castillo para intentar adivinar de qué estaba hecho el pandero, pero ninguno de ellos conseguía acertar. Los días pasaban y la princesa estaba triste porque veía que muchos candidatos desfilaban ante sus ojos, pero ninguno era capaz de resolver el enigma.
Un día, se presentó ante el rey un viejo para probar suerte. El hombre recibió el pandero de la mano de un criado y empezó a tocar.
- ¡Este pandero no suena! –gritaba exageradamente-. Sin sonido nunca adivinaré el material con el que está hecho.
El rey, sonriendo, se acercó al oído de su hija y le murmuró:
- Este viejo sordo jamás descubrirá que el pandero es de piel de piojo.
Pero el viejo, que era muy listo, siguió tocando. Después de un rato, anunció la gran respuesta: El rey le miró asombrado y la princesa rompió a llorar porque sabía que debía casarse con aquel viejo sordo.
- Enhorabuena –gritó el rey al viejo-, esta misma noche se celebrará la boda. No hay tiempo que perder.
En tan sólo unas horas, el rey preparó una gran ceremonia con un banquete inmenso y un divertido baile. Terminada la fiesta, los recién casados se dirigieron a la habitación. La princesa, muy triste, se asomó a la ventana y se puso a llorar. El viejo sintió lástima y le dijo:
- No llores. Yo ya soy muy viejo y lo único que quiero es un poco de compañía para mis últimos días. Jamás seré rey de estas tierras… soy incluso más viejo que tu padre.
Después de decir estas palabras de consuelo a la joven princesa, se acostó y se quedó dormido. La joven, enfurecida, hizo un pequeño hatillo con lo que creyó necesario y sin dudarlo se escapó del castillo en medio de la oscuridad de la noche. Treinta días anduvo sin descanso. Treinta días sin comer otra cosa que lo que encontraba en el camino.
Estaba muy débil y no podía caminar más. Así que de pronto, junto a un río, la princesa, fruto del cansancio, se desvaneció. Cuando volvió en sí estaba confusa, en una cama muy blandita con sábanas limpias.
- Buenos días, muchacha La princesa sobresaltada se giró hacia el lugar de donde provenía la voz. Había un joven muy guapo sentado en un sillón.
- ¿Quién eres? ¿Dónde estoy?
- No te asustes. Estás en mi castillo. Soy el príncipe de esta región. Ayer estaba cazando y cuando llegué al río…
- Pero… quiero marcharme –interrumpió la princesa-. Mi padre, la boda, el viejo… -repetía un poco aturdida aún.
- Tranquila. Ahora mis sirvientes te ayudarán a bañarte y te darán ropa limpia. Después, nos veremos en el comedor y tendremos tiempo para que me expliques todo lo que creas oportuno.
Dicho esto, el apuesto príncipe salió de la habitación. La joven tomó un baño con jabones perfumados, se peinó su hermosa cabellera y se puso las ropas limpias que el príncipe le había proporcionado. Espléndida, bajó al comedor donde el príncipe esperaba ya su llegada.
- ¡Qué hermosa estás! Siéntate por favor y comamos algo.
- Muchas gracias por su amabilidad, -dijo la princesa- pero de veras que tengo que ir a mi casa. Me escapé hace ya muchos días y mi padre estará preocupado.
- Vaya, una muchacha rebelde –sonreía el príncipe-. Dime, ¿quién es tu padre? Tu piel blanca y tus finas manos no son las propias de la hija de un herrero o de una campesina.
¿De dónde procedes?
- Verá, majestad, en realidad no soy una campesina. Soy la hija del rey de las tierras que están al otro lado de las colinas.
- ¿Cómo? ¿Una princesa? – exclamó sorprendido el príncipe-. Discúlpame, por favor, yo no sabía…
- No, por favor, no se preocupe. Con ese aspecto que debía tener es normal que no pensara que soy la hija de un rey.
- Pero, ¿cómo es que te escapaste del castillo? –preguntó el príncipe.
- Mi padre –prosiguió la joven- prometió casarme con el hombre que adivinara de qué estaba hecho un pandero, con tan mala suerte, que el afortunado fue un viejo sordo. Mi padre me susurró que no tuviera miedo, que un viejo sordo nunca sabría que el pandero estaba hecho de piel de piojo, pero insospechadamente, lo acertó, y esa misma tarde me tuve que casar con él. Por la noche, mientras lloraba asomada a la ventana, intentó consolarme, pero no quería estar con él, así que aprovechando la oscuridad de la noche me escapé de mi trágico destino. Cuarenta días anduve hasta que me desmayé y aparecí hoy aquí.
- Pero princesa, ¿cómo un viejo sordo puedo acertar el sonido de un pandero sin escucharlo? Y dices que te consoló mientras llorabas asomada a la ventana, ¿no es cierto?
- Sí, claro.
- Entonces, si estabas asomada a la ventana no podía verte llorar, ¿no es cierto?
- Sí claro, pero…
- Si sabía que estabas llorando –concluyó el príncipe- es porque podía escucharte. El viejo no es sordo. Os ha engañado. Es más, su oído es tan fino que pudo escuchar a tu padre cuando te susurró aquellas palabras, con lo que sabía de qué estaba hecho el pandero. Esa boda no es válida. Hay que anularlo todo. Mañana iremos al castillo de tu padre y le explicaremos todo.
Y así lo hicieron. Pasaron un día muy agradable paseando por los jardines que rodeaban al castillo, montando a caballo y hablando de sus cosas. Al llegar la noche regresaron al castillo para descansar, pero la luna llena ya les había iluminado con su luz especial. Toda la noche estuvieron pensando el uno en el otro. Por la mañana, prepararon los caballos y emprendieron rumbo al castillo.
Cabalgando a toda prisa sin descanso, por la noche, llegaron a su destino.
- Guardia –dijo el príncipe- avisa al rey de que el príncipe vecino ha venido en visita oficial.
A los pocos segundos, la puerta del castillo se abría dejándoles paso.
- ¿Qué se te ofrece por aquí, muchacho? Hace mucho que nadie de tu familia venía a visitarme.
- He encontrado algo que creo que le gustará recuperar – dijo el príncipe-. Se trata de su hija.
- ¿Qué sucede? – replicó el rey- Se escapó hace ya más de un mes y no sabemos nada de ella.
- Está en el carruaje, pero no saldrá hasta que no anule la boda con el viejo.
- Pero eso es imposible –protestaba el rey-. Di mi palabra y la boda tenía que celebrarse.
- Sí, pero no con trampa. El viejo no es sordo y escuchó de su boca la propia respuesta al acertijo.
- Es imposible –decía incrédulo el rey.
-¡No lo es! – interrumpió el viejo-. Es verdad que no soy sordo, pero ahora ya nada se puede hacer. Ella es mi mujer y seré el nuevo rey en cuanto acabe contigo.
- Guardias –alertó el rey-. Arréstenlo y que pase el resto de su vida encerrado. Nadie se burla del rey. Nadie amenaza a un rey. Y como recompensa por tu ayuda, joven príncipe, la boda queda anulada y como pago te entregaré aquello de mi reino que quieras poseer.
- Majestad –dijo tímido el príncipe-, si no le importa, lo único que quiero de su reino es la mano de su hija.
- Lo he prometido y así lo cumplo. Cuando dispongáis se celebrará la boda. Hasta entonces podéis quedaros aquí. He dicho.
La princesa salió corriendo del carro, llorando (esta vez de alegría) y abrazó a su padre. Después, besó a su prometido. A los pocos días se casaron y la fiesta fue celebrada en toda la región. Los
nuevos príncipes vivieron muy felices y tuvieron dos hijos: el mayor, que heredó el reino de su abuelo, y el menor, que heredó el de su padre. Ambos reinos siempre estuvieron en paz, y todos los años, en recuerdo del día de la boda, se celebraba una fiesta a la que estaban invitados todos los habitantes de las dos regiones.

***

Annabelle nous propose sa traduction :

Le tambour de pou

Il était une fois un roi qui avait une fille. Un jour, la fillette sentit qu'elle avait une étrange démangeaison sur la tête. Le roi écarta ses beaux cheveux blonds et découvrit un petit pou.
– Quel pou impudent ! – s'exclama le roi. S'installer dans la chevelure d'une princesse... Nous l'enfermerons dans une jarre pour qu'il grandisse et, comme châtiment, quand sa taille sera suffisante, je ferai un tambour avec sa peau.
Il en fut ainsi fait, et le pou grandit tant que le roi put enfin confectionner le tambour.
– Ma fille – dit le roi – ce tambour, que j'ai ordonné de faire avec la peau du pou qui t'a ennuyée, sera celui qui choisira ton futur mari et le futur roi de ces terres. L'homme qui devinera la matière dont il est constitué sera l'heureux élu qui obtiendra ta main. Ainsi le ferai-je savoir.
Après l'annonce du roi, de nombreux beaux et valeureux jeunes gens allèrent jusqu'au château pour essayer de deviner de quoi était fait le tambour, mais aucun d'eux ne réussissait à trouver. Les jours passaient et la princesse était triste, car elle voyait que de nombreux candidats défilaient devant ses yeux, mais qu'aucun n'était capable de résoudre l'énigme.
Un jour, un vieil homme se présenta devant le roi pour tenter sa chance. L'homme reçut le tambour de la main d'un domestique et commença à jouer.
– Ce tambour ne résonne pas ! – criait-il exagérément. Sans son, je ne devinerai jamais la matière dont il est fait.
Le roi, en souriant, s'approcha de l'oreille de sa fille et lui murmura :
– Ce vieux sourd ne découvrira jamais que le tambour est en peau de pou.
Mais le vieux, qui était très futé, continua à battre. Après un moment, il annonça la grande réponse : le roi le regarda, stupéfait, et la princesse se mit à pleurer, car elle savait qu'elle devait se marier avec ce vieux sourd.
– À la bonne heure – cria le roi au vieillard – , ce soir même, la noce sera célébrée. Il n'y a pas de temps à perdre.
En seulement quelques heures, le roi prépara une grande cérémonie avec un banquet immense et un bal divertissant. La fête terminée, les nouveaux époux se dirigèrent vers la chambre. La princesse, très triste, s'accouda à la fenêtre et se mit à pleurer. Le vieil homme ressentit de la peine et lui dit :
– Ne pleure pas. Je suis déjà très vieux et la seule chose que que je veux est un peu de compagnie pour mes derniers jours. Je ne serai jamais roi de ces terres... je suis plus vieux même que ton père.
Après avoir prononcé ces paroles de consolation à la jeune princesse, il se coucha et s'endormit. La jeune fille, furieuse, fit un petit balluchon avec ce qu'elle crut nécessaire et, sans hésitation, elle s'échappa du château au milieu de l'obscurité nocturne. Elle marcha trente jours sans repos. Trente jours sans manger autre chose que ce qu'elle trouvait sur le chemin.
Elle était très faible et ne pouvait avancer plus. Alors, soudain, près d'une rivière, du fait de la fatigue, la princesse s'évanouit. Lorsqu'elle revint à elle, elle était confuse, dans un lit très moelleux avec des draps propres.
– Bonjour, jeune fille.
La princesse sursauta et se tourna vers le lieu d'où provenait la voix. Il y avait un jeune homme très beau assis dans un fauteuil.
– Qui es-tu ? Où suis-je ?
– Ne t'inquiète pas. Tu es dans mon château. Je suis le prince de cette contrée. Hier, je chassais et quand je suis arrivé à la rivière...
– Mais... je veux m'en aller – l'interrompit la princesse. Mon père, le mariage, le vieil homme... – répétait-elle, encore un peu étourdie.
– Du calme. À présent mes servantes vont t'aider à te baigner et elles te donneront des vêtements propres. Ensuite, nous nous verrons dans la salle à manger et nous aurons du temps pour que tu m'expliques tout ce que tu croiras opportun.
Ceci dit, l'élégant prince sortit de la chambre. La jeune fille prit un bain avec des savons parfumés, peigna sa belle chevelure et mit les vêtements propres que le prince lui avait procurés. Splendide, elle descendit à la salle à manger où le prince attendait déjà son arrivée.
– Comme tu es belle ! Assieds-toi s'il te plaît et mangeons quelque chose.
– Merci beaucoup pour votre amabilité, – dit la princesse – mais je dois vraiment retourner chez moi. Je me suis échappée depuis déjà de nombreux jours et mon père sera inquiet.
– Allons donc, une jeune rebelle – souriait le prince. Dis-moi, qui est ton père ? Ta peau blanche et tes mains fines ne sont pas celles de la fille d'un forgeron ou d'une paysanne. D'où viens-tu ?
– Vous verrez, majesté, qu'en réalité je ne suis pas une paysanne. Je suis la fille du roi des terres qui sont de l'autre côté des collines.
– Comment ? Une princesse ? – s'exclama le prince, surpris. Excusez-moi, s'il vous plaît, je ne savais pas...
– Non, je vous en prie, ne vous inquiétez pas. Avec cette apparence que je devais avoir, il est normal que vous n'ayez pas pensé que je suis la fille d'un roi.
– Mais, comment se fait-il que tu te sois échappée du château ? – demanda le prince.
– Mon père – poursuivit la jeune fille – a promis de me marier à l'homme qui devinerait de quoi était fait un tambour, avec une telle malchance que le gagnant fut un vieux sourd. Mon père me susurra de ne pas avoir peur, qu'un vieux sourd ne saurait jamais que le tambour était fait de peau de pou, mais inespérément, il devina, et le soir même, je dus me marier avec lui. Dans la nuit, pendant que je pleurais penchée à la fenêtre, il essaya de me consoler, mais je ne voulais pas être avec lui, c'est ainsi que, profitant de l'obscurité de la nuit, j'ai fuit mon tragique destin. J'ai marché quarante jours jusqu'à ce que je m'évanouisse et que j'apparaisse ici aujourd'hui.
– Mais, Princesse, comment un vieux sourd a-t-il pu reconnaître le son d'un tambour sans l'entendre ? Et tu dis qu'il t'a consolée lorsque tu pleurais à la fenêtre, n'est-ce pas ?
– Si, en effet.
– Alors, si tu étais penchée à la fenêtre, il ne pouvait pas te voir, n'est-ce pas ?
– Si en effet, mais...
– S'il savait que tu pleurais – conclut le prince – c'est parce qu'il pouvait t'entendre. Le vieil homme n'est pas sourd. Il vous a trompés. Et plus encore, son ouïe est si fine qu'il a pu entendre ton père quand il t'a susurré ces paroles, ce qui lui a permis de savoir de quoi était fait le tambour. Ce mariage n'est pas valable. Il faut tout annuler. Demain nous irons au château de ton père et nous lui expliquerons tout.
Et ils firent ainsi. Ils passèrent une journée très agréable à se promener dans les jardins qui entouraient le château, à monter à cheval et à discuter de choses et d'autres. À la tombée de la nuit, ils retournèrent au château pour se reposer, mais la pleine lune les avait déjà éclairés de sa lumière spéciale. Toute la nuit, ils pensèrent l'un à l'autre. Le matin, ils préparèrent les chevaux et prirent la direction du château.
Chevauchant à toute vitesse sans repos, ils arrivèrent le soir à leur destination.
– Garde – dit le prince – préviens le roi que le prince voisin est venu en visite officielle.
En quelques secondes, la porte du château s'ouvrait pour les laisser passer.
– Qu'est-ce qui t'amène ici, jeune homme ? Il y a longtemps que personne de ta famille n'est venu me rendre visite.
– J'ai trouvé une chose que, je pense, vous aimerez récupérer – dit le prince. Il s'agit de votre fille.
– Que se passe-t-il ? – répondit le roi. Elle s'est échappée il y a déjà plus d'un mois et nous ne savons rien d'elle.
– Elle est dans le chariot , mais elle ne sortira pas avant que vous n'annuliez le mariage avec le vieil homme.
– Mais c'est impossible – protestait le roi. J'ai donné ma parole et le mariage devait se célébrer.
– Oui, mais sans tricherie. Le vieillard n'est pas sourd et a entendu de votre bouche la réponse à la devinette.
– C'est impossible – répétait le roi, incrédule.
– Ce ne l'est pas ! – interrompit le vieil homme. Il est vrai que je ne suis pas sourd, mais à présent on ne peut plus rien faire. Elle est ma femme et je serai le nouveau roi dès qu'il en sera fini de toi.
– Gardes – appela le roi. Arrêtez-le et qu'il passe le reste de sa vie enfermé. Personne ne se moque du roi. Personne ne menace un roi. Et comme récompense pour ton aide, jeune prince, le mariage est annulé et comme rétribution je te donnerai ce que tu voudras posséder de mon royaume.
– Majesté – dit timidement le prince – si cela ne vous ennuie pas, la seule chose que je veux de votre royaume est la main de votre fille.
– Je l'ai promis et je m'y tiens. Quand vous le stipulerez, le mariage sera célébré. Jusque-là, vous pouvez rester ici. J'ai dit.
La princesse sortit en courant de la carriole, en pleurant (cette fois-ci, de joie) et elle embrassa son père. Ensuite, elle donna un baiser à son fiancé. Quelques jours plus tard, ils se marièrent et la fête fut célébrée dans toute la région. Le nouveau couple princier vécut très heureux et eut deux fils : l'aîné qui hérita le royaume de son grand-père, et le cadet, qui hérita celui de son père. Les deux royaumes furent toujours en paix et, tous les ans, en souvenir du jour du mariage, on célébrait une fête où étaient invités tous les habitants des deux contrées.

***

Elena nous propose sa traduction :

Le tambourin de pou
Il était une fois un roi qui avait une fille. Un jour la jeune fille sentit une démangeaison à la tête. Le roi écarta ses beaux cheveux blonds et y découvrit un petit pou.
― Que ce pou est effronté ! ― S’exclama le roi ― S’installer dans la chevelure d’une princesse… Nous allons l’enfermer dans une jarre pour qu’il grandisse, et comme punition, quand sa taille sera suffisamment grande, je ferai un tambourin avec sa peau.
Il en fut ainsi, et le pou grandit à tel point que le roi put finalement faire le tambourin.
― Ma fille ― dit le roi ― c’est ce tambourin que j’ai ordonné de faire avec la peau du pou qui t’avait dérangé qui décidera de ton futur mari et futur roi de ces terres. C’est l’homme qui devinera le matériau avec lequel il a été fait qui obtiendra ta main. Je ferai donc connaître ma décision.
Suite à l’annonce du roi, beaucoup de jeunes gens beaux et vaillants allèrent jusqu’au château pour essayer de deviner de quoi était fait le tambourin, mais aucun d’entre eux ne parvenait à trouver. Les jours passaient et la princesse était triste parce qu’elle voyait beaucoup de prétendants défiler devant elle, mais aucun n’était capable de résoudre l’énigme.
Un jour, se présenta devant le roi un vieil homme pour tenter sa chance, l’homme reçut le tambourin des mains d’un serviteur et commença à en jouer.
― Ce tambourin n’émet pas de son ! ― criait-il exagérément ―. Sans le son je ne devinerais jamais de quel matériau il a été fait.
Le roi, en souriant, s’approcha de sa fille et lui murmura à l’oreille :
― Ce vieux sourd ne découvrira jamais que le tambourin est en peau de pou.
Mais le vieux, qui était très rusé, continua d’en jouer. Après un certain temps, il annonça la grande réponse. Le roi le regarda pantois et la princesse fondit en larmes parce qu’elle savait qu’elle devait se marier avec ce vieux sourd.
― À la bonne heure ― cria le roi au vieux ―, cette nuit même, on célèbrera le mariage. Il n’y a pas de temps à perdre. En seulement quelques heures, le roi prépara une grande cérémonie avec un immense banquet et un bal festif.
La fête terminée, les nouveaux mariés se dirigèrent vers la chambre. La princesse, très triste, se mit à la fenêtre et pleura.
Le vieux eut de la peine et lui dit :
― Ne pleure pas. Je suis déjà très vieux et tout ce que je veux c’est un peu de compagnie pour mes vieux jours. Je ne serai jamais roi de ces terres. Je suis même plus vieux que ton père.
Après avoir dit ces mots pour consoler la jeune princesse, il se coucha et s’endormit. La jeune fille, furieuse, fit un balluchon avec ce qu’elle considéra nécessaire, et sans hésiter, elle s’enfuit du château dans l’obscurité de la nuit. Elle marcha pendant trente jours sans se reposer. Trente jours en mangeant juste ce qu’elle trouvait en chemin.
Elle était très affaiblie et ne pouvait plus marcher. Si bien que, soudain, près de la rivière, la princesse s’évanouit à cause de la fatigue. Lorsqu’elle revint à elle, dans un lit très douillet avec des draps propres, elle était confuse.
― Bonjour, Mademoiselle. La princesse se retourna en sursaut vers l’endroit d’où provenait la voix. Il y avait un beau jeune homme assis sur un fauteuil.
― Qui es-tu ? Où suis-je ?
― N’aie pas peur. Tu es dans mon château. Je suis le prince de cette contrée. Hier, j’étais en train de chasser et quand je suis arrivé à la rivière…
― Mais… je veux partir ― l’interrompit la princesse ―. Mon père, le mariage, le vieil homme… ― répétait-elle encore un peu étourdie.
― Tranquille. Maintenant, mes serviteurs vont t’aider à prendre un bain et vont te donner des vêtements propres. Ensuite, nous nous retrouverons dans la salle à manger pour que tu m’expliques tout ce que tu jugeras pertinent.
En disant cela, le charmant prince sortit de la chambre. La jeune fille prit un bain avec des savons parfumés, coiffa sa belle chevelure et mit les vêtements propres que le prince lui avait procuré. Resplendissante, elle descendit à la salle à manger où le prince attendait déjà son arrivée.
― Que tu es belle ! Assieds-toi, veux-tu et mangeons un peu.
― Merci beaucoup pour votre amabilité, ― dit la princesse ― mais je dois vraiment rentrer chez moi. Je me suis enfuie il y a déjà plusieurs jours et mon père doit s’inquiéter.
― Ça alors, une jeune fille rebelle ― dit le prince en souriant ―. Dis-moi, qui est ton père ? Ta peau blanche et tes mains fines ne sont pas celles de la fille d’un forgeron ou d’une paysanne. D’où proviens-tu ?
― Figurez-vous, Majesté, qu’en réalité je ne suis pas une paysanne. Je suis la fille du roi des terres qui sont de l’autre côté des collines.
― Comment ? Une princesse ? ― S’exclama le prince surpris ― Excuse-moi, veux-tu, je ne savais pas…
― Non, je vous en prie, ne vous inquiétez pas. Avec l’allure que je devais avoir, il est normal que vous n’ayez pas pensé que je sois la fille d’un roi.
― Mais, pourquoi est-ce que tu t’es enfuie du château ? ― demanda le prince.
― Mon père ― continua la jeune fille ― a promis de me marier avec l’homme qui devinerait en quoi a été fait un tambourin, et je fus si malchanceuse, que le gagnant fut un vieux sourd. Mon père m’a susurré de ne pas avoir peur, car un vieux sourd ne saurait jamais que le tambourin était fait en peau de pou, mais de manière inattendue, il a deviné, et le soir même, j’ai dû me marier avec lui. La nuit, pendant que je pleurais à la fenêtre, il a essayé de me consoler, mais je ne voulais pas être avec lui, c’est ainsi que profitant de l’obscurité de la nuit, j’ai fui mon tragique destin. J’ai marché pendant quarante jours jusqu'à ce que je m’évanouisse et que j’apparaisse ici aujourd’hui.
― Mais, Princesse, comment est-ce qu’un vieux sourd a pu reconnaître le son d’un tambourin sans l’entendre ? Et tu dis qu’il t’a consolé quand tu pleurais à la fenêtre, n’est-ce pas ?
― Oui, c’est cela.
― Donc, si tu étais à la fenêtre, il ne pouvait point te voir pleurer, n’est-ce pas ?
― Oui, bien sûr, mais …
― S’il savait que tu étais en train de pleurer ― en conclut le prince ― c’est parce qu’il pouvait t’entendre. Le vieux n’est pas sourd. Il vous a trompé. Qui plus est, son oreille est si fine qu’il a pu entendre ton père quand il t’a murmuré ces mots, il savait donc en quoi était fait le tambourin. Ce mariage n’est pas valable. Il faut tout annuler. Nous irons demain au château de ton père et nous lui expliquerons tout.
Et ainsi fut fait. Ils passèrent une journée très agréable à se promener à cheval dans les jardins qui entouraient le château, et à parler de choses et d’autres. La nuit tombée, ils rentrèrent au château pour se reposer, mais la pleine lune les avait déjà éclairés de sa lumière spéciale. Ils passèrent chacun toute la nuit à penser à l’autre. Au matin, ils préparèrent les chevaux et ils empruntèrent le chemin du château.
Ils chevauchèrent à toute allure et sans s’arrêter, à la nuit tombée, ils arrivèrent à destination.
― Garde ― dit le prince ― préviens le roi que le prince voisin est venu en visite officielle.
Quelques secondes après, la porte du château s’ouvrit pour les laisser passer.
― Que cherches-tu par ici, mon garçon ? Cela fait longtemps que personne de ta famille n’est venu me rendre visite.
― J’ai trouvé quelque chose, je crois bien que vous aimerez la récupérer ― dit le prince ―. Il s’agit de votre fille.
― Que se passe-t-il ? ― Réplica le roi ― Elle s’est enfuie il y a plus d’un mois déjà et nous n’avons pas de ses nouvelles.
― Elle est dans le carrosse, mais elle ne sortira pas tant que vous n’aurez pas annulé son mariage avec le vieil homme.
― Mais cela est impossible ― protesta le roi ―. J’ai donné ma parole et le mariage devait avoir lieu.
― Oui, mais sans tricherie. Le vieil homme n’est pas sourd et il a entendu de votre bouche la bonne réponse à la devinette.
― C’est impossible ― disait le roi incrédule.
― Ça ne l’est point ! ― Interrompit le vieux ― Il est vrai que je ne suis pas sourd, mais maintenant, on ne peut rien y faire. Et elle est ma femme et je serais le nouveau roi dès que j’en aurais fini avec toi.
― Gardes ― alerta le roi ―. Arrêtez-le et qu’il passe le reste de sa vie enfermé. Personne ne se moque du roi. Personne ne menace un roi. Et en récompense de ton aide, jeune prince, le mariage est annulé et en retour je te ferai don de ce que tu voudras de mon royaume.
― Majesté ― dit timide le prince ―, si cela ne vous dérange pas, la seule chose que je veuille de votre royaume, c’est la main de votre fille.
― Ainsi dit, ainsi fait. Quand vous le disposerez, on célèbrera le mariage. En attendant vous pouvez rester ici. J’ai dit.
― La princesse sortit en courant du coche, et en pleurant (cette fois-ci de joie), embrassa son père. Puis elle embrassa son fiancé. Peu de jours après, ils se marièrent et la fête fut célébrée dans toute la contrée. Les nouveaux princes vécurent très heureux et eurent deux enfants : l’ainé, qui hérita du royaume de son grand père et le cadet, qui hérita de celui de son père. Les deux royaumes furent en paix et tous les ans, en souvenir du jour du mariage, on y célébrait une fête à laquelle étaient conviés tous les habitants des deux provinces.

***
Jean-Nicolas nous propose sa traduction :

Le tambourin en pou


Il était une fois un roi ayant une fille. Un jour, la jeune fille sentit qu'elle avait une démangeaison étrange dans la tête. Le roi écarta sa belle chevelure blonde et y trouva un petit pou.
Comme ce pou est culotté ! s’exclama le roi. Se loger dans la chevelure d’une princesse… Nous allons l’enfermer dans une jarre afin qu’il grandisse et, en guise de châtiment, je ferai faire un tambourin avec sa peau quand sa taille me le permettra.
C’est ainsi qu’ils procédèrent et le pou grandit tellement que le roi put finalement faire fabriquer le tambourin.
-Ma fille, dit le roi, ce tambourin que j’ai mandé de faire avec la peau du pou qui t’avait ennuyée sera celui qui décidera de ton futur mari et du futur roi de ces terres. L’homme qui devinera le matériel avec lequel il est fait sera le bienheureux qui obtiendra ta main. Sur ce, je vais le faire savoir.
Aussitôt l’annonce du roi faite, beaucoup de jeunes hommes beaux et vaillants se rendirent jusqu’au château pour essayer de deviner de quoi était fait le tambourin mais aucun d’entre eux ne parvint à trouver. Les jours passaient et la princesse était triste car elle voyait défiler bon nombre de candidats devant elle sans qu’un ne soit capable de résoudre l’énigme.
Un jour, un vieil homme se présenta devant le roi pour tenter sa chance.
L’homme reçut le tambourin de la main d’un domestique et commença à jouer.
-Ce tambourin ne sonne pas ! criait-il à tue-tête. Sans son, je ne risque pas de deviner de quoi est-il fait.
Le roi, souriant, s’approcha de l’oreille de sa fille et lui chuchota :
-Ce vieil homme sourd ne découvrira jamais que le tambourin est en peau de pou.
Mais le vieil homme, qui était très vif d’esprit, ne cessa de jouer. Un moment après, il annonça la réponse attendue. Le roi le regarda, stupéfait et la princesse se mit à pleurer car elle savait qu’elle allait devoir se marier avec ce vieux sourd.
-Félicitations, cria le roi au vieil homme, la noce se tiendra ce soir même. Il n y a pas de temps à perdre.
Quelques heures suffirent au roi pour préparer une grande cérémonie avec un festin et un bal divertissant. Une fois la fête terminée, les nouveaux mariés se dirigèrent vers la chambre. La princesse, triste au plus haut point, se pencha à la fenêtre et se mit à pleurer. Le vieil homme eut de la peine et lui dit :
-Ne pleure pas. Je suis déjà bien vieux et la seule chose que je désire est un peu de compagnie pour mes derniers jours. Je ne serai jamais roi de ces terres… je suis même plus vieux que ton père.
Après avoir adressé ces paroles réconfortantes à la jeune princesse, il se coucha et s’endormit. En colère, la jeune femme fit un petit baluchon avec ce qu’elle jugea nécessaire et sans hésiter, elle s’échappa du château au beau milieu de la nuit. Elle erra sans répit durant trente ans. Trente ans sans manger autre chose que ce qu’elle trouvait sur sa route. Elle était très affaiblie et ne pouvait marcher davantage. C’est alors que, subitement, au bord d’une rivière, la princesse, résultat de la fatigue, s’évanouit. Quand elle revint à elle, elle était confuse, sur un lit très souple et des draps propres.
-Bonjour, jeune fille. Sursautant, la princesse se tourna en direction du lieu d’où provenait la voix. Un très beau jeune homme se trouvait assis dans un fauteuil.
-Qui es-tu ? D’où viens-tu ?
Sois sans crainte. Tu es ici dans mon château. Je suis le prince de cette région. Hier, je chassais et, quand je suis arrivé à la rivière…
-Mais… je veux m’en aller, interrompit la princesse. Mon père, la noce, le vieil homme… répétait-elle un peu plus étourdie encore.
-Du calme. Maintenant, mes domestiques vont t’aider à prendre ton bain et ils te donneront du linge propre. Après, nous nous verrons dans la salle à manger et nous aurons tout notre temps pour que tu m’expliques tout ce dont tu juges bon.
Sur ce, le beau prince sortit de la chambre. La jeune femme prit un bain aux savons parfumés, peigna sa jolie chevelure et se vêtit d’habits propres que le roi lui avait fournis. Splendide, elle descendit au salon où le prince attendait déjà son arrivée.
-Comme tu es belle ! Assieds-toi s’il te plaît et mangeons un bout.
Je vous remercie beaucoup pour votre gentillesse, dit la princesse, mais je dois vraiment rentrer chez moi. Je me suis échappée depuis déjà quelques jours et mon père doit être inquiet.
-Voyons, une jeune fille rebelle, souriait le prince. Dis moi, qui est ton père ? Ta peau blanche et tes fines mains ne sont pas celles de la fille d’un forgeron ou d’une paysanne.
D’où viens-tu ?
-Bon, majesté, pour tout vous dire je ne suis pas une paysanne. Je suis la fille du roi des terres qui se trouvent de l’autre côté des collines.
-Comment ? Une princesse ? s’exclama avec surprise le prince. Excusez moi, par pitié, je l’ignorais…
-Non, par pitié, ne vous en faites pas. Avec l’allure que je devais avoir, il est normal que vous n’ayez pas pensé que je sois la fille d’un roi.
-Mais, comment t’es-tu échappée du château ? s’interrogea le prince.
-Mon père, poursuivit la jeune fille, m’a promise à l’homme qui devinerait de quoi était fait le tambourin et, malheureusement, le bienheureux fut un vieil homme sourd. Mon père me murmura que je ne devais pas avoir peur, qu’un vieux sourd ne trouverait jamais que le tambourin était fait en peau de pou mais, à la grande surprise, il trouva et ce même soir, je dus me marier avec lui. Cette nuit, tandis que je pleurais penchée à la fenêtre, il essaya de me consoler mais je ne voulais pas rester avec lui et c’est ainsi que, profitant de l’obscurité de la nuit, j’ai échappé à mon destin tragique. J’ai erré pendant quarante jours jusqu’à ce que je m’évanouisse et que j’apparaisse aujourd’hui ici.
-Mais princesse, comment un vieux sourd peut deviner le bruit d’un tambour sans pouvoir l’écouter ? Et tu dis qu’il t’a consolée tandis que tu pleurais à la fenêtre, n’est-ce pas ?
-Oui, bien sûr.
-Alors, si tu étais penchée à la fenêtre, il ne pouvait pas t’entendre pleurer, nous sommes d’accord ?
-Soit mais…
-S’il savait que tu étais en train de pleurer, conclut le prince, c’est parce qu’il pouvait t’écouter. Le vieux n’est pas sourd. Il vous a trompé. Mieux, son oreille est si fine qu’il a pu écouter ton père quand il t’a soufflé ces mots et c’est alors qu’il sut de quoi été fait le tambourin. Cette noce est irrecevable. Il faut tout annuler. Demain, nous nous rendrons au château de ton père pour tout lui expliquer.
C’est ce qu’ils firent. Ils passèrent une journée très agréable à se promener dans les jardins entourant le château, à monter à cheval et à parler de leurs vies. La nuit tombant, ils rentrèrent au château pour se reposer mais la pleine lune les avait déjà illuminés de son propre éclat. Toute la nuit, ils ne cessèrent de penser l’un à l’autre. Le matin, ils préparèrent les chevaux et prirent le chemin du château.
-Garde, dit le prince, préviens le roi que le prince voisin est venu en visite officielle.
Quelques secondes après, la porte du château s’ouvrait, leur laissant un passage.
-Quel bon vent t’amène ici, jeune homme ? Il y a des lustres qu’un membre de ta famille n’était pas venu me rendre visite.
-J’ai trouvé quelque chose que tu aimeras récupérer, dit le prince. Il s’agit de ta fille.
-Que se passe-t-il ?répliqua le roi. Elle s’est échappée il y a plus d’un mois et nous n’avons pas de nouvelles.
-Elle est dans le carrosse mais elle ne sortira pas si vois n’annulez pas la noce avec le vieux.
-Mais c’est impossible, protestait le roi. J’ai donné ma parole et la noce devait se tenir.
-Oui mais non sans stratagème. Le vieux n’est pas sourd et il a écouté de votre bouche la réponse même de l’énigme.
-C’est impossible, disait incrédule le roi.
-Ce ne l’est pas ! interrompit le vieux. Il est vrai que je ne suis pas sourd mais maintenant, on ne peut plus faire machine arrière. Elle est ma femme et je serai le nouveau roi dès que tu mourras.
-Gardes, alerta le roi. Arrêtez-le et qu’il passe le reste de sa vie enfermé. Personne ne se moque du roi. Personne ne menace un roi. Et, pour me montrer garant de ton aide, la noce est annulée et en guise de récompense, je t’offrirai tout ce que tu veux posséder de mon royaume.
-Majesté, dit timidement le prince, si cela ne vous fait rien, la seule chose que je désire de votre royaume est la main de votre fille.
-Chose promise, chose due. Dès que vous serez disponible, la noce aura lieu. Vous pouvez rester ici jusqu’alors. J’ai terminé.
La princesse sortit en courant du carrosse, pleurant (cette fois de joie) et étreignit son père. Ensuite, elle fit un baiser à son promis. Peu de jours après, ils se marièrent et la fête fut célébrée dans toute la région. Les nouveaux princes vécurent très heureux et eurent deux enfants : l’aîné hérita du royaume de son grand père et le cadet hérita de celui de son père. Les deux royaumes furent toujours en paix et, tous les ans, en souvenir du jour de la noce, se tenait une fête à laquelle étaient conviés tous les habitants des deux régions.

samedi 27 août 2011

Quel est le sens de l'expression…

COMULGAR CON RUEDAS DE MOLINO ?
(si possible, vous proposerez également une traduction)

samedi 20 août 2011

Que signifie l'expression…

PELILLOS A LA MAR ? (sens + traduction)

Question de lexique

Qu'est-ce que le = BARGUIGNAGE ?

Mon bilan d'année, par Alexis Poraszka

On nous avait prévenus, une traduction, c’est du travail, beaucoup de travail. Personne ne peut réellement se rendre compte de l’investissement que cela demande. La traduction, pour en parler, il faut la vivre, la transpirer, la rêver. Car il faut s’accrocher, ne pas lâcher prise, ne pas se disperser, chose ô combien tentante quand les doutes s’installent et quand les questions restent en suspens… Et autant dire que des questions, il y en a eu pléthore. Maintenant que la traduction longue est terminée, je me demande encore si mes réponses sont les bonnes, si j’ai été à la hauteur de la responsabilité qui m’a été donnée… Désormais libéré de mes chaînes, envahi par un vent de satisfaction et de soulagement de me savoir arrivé au bout de cet énorme chantier, je peux enfin prendre du recul et repasser dans mon esprit le film de ces mois si intenses.
La traduction, c’est un ticket d’entrée aux montagnes russes. On fait la queue, on attend son tour devant le manège avec une certaine appréhension – vais-je résister ? Puis c’est parti, on est dans le wagon qui se met en route rapidement. On fait connaissance avec son voisin, on se sent en proie aux mêmes doutes mais aussi à la même excitation. On cherche la sensation forte. Et on va l’avoir. Tout au long de cette année, de ces mois de traduction où notre texte fait office de compagnon de route, on retient notre respiration, on crie pour évacuer la pression qui monte et descend, les nerfs lâchent et se reprennent et quand on croit que c’est fini, quand on pense que le manège est « over », c’est reparti pour un tour. Ceux qui me connaissent bien savent pourtant que je ne raffole pas des manèges… De ma traduction longue, j’en suis sorti comme je suis sorti d’Europa Park la première fois, avec des haut-le-cœur, avec l’envie de remercier le Ciel que tout soit enfin terminé et que j’en sois sorti indemne et vivant. Voilà. Un concentré de sensations fortes dans une centaine de pages. Pas la peine de sauter à l’élastique depuis un viaduc, le ressenti est le même en se plongeant corps et âme dans un texte.
Dès le départ, je me suis senti assailli par les interrogations, les dilemmes. Ne serait-ce qu’en ce qui concerne le choix du livre. Je ne souhaite pas plagier ou paraphraser mes collègues de promo mais on se laisse vite prendre au jeu : rechercher celui qui est fait pour nous. Il nous attend, là, sur une étagère poussiéreuse ou caché entre un Mendoza et un García Márquez… Une fois trouvé, on imagine que 50% du travail est fait. Que nenni, trouver le livre, ce n’est que l’apéro, c’est la soupe miso avant le plateau de sushis – mes six compères sauront apprécier la référence culturelle… Tout reste à faire. On le lit, on le découvre, on l’apprécie. On tente un premier jet, mais rapide, histoire de « décrasser » tout ça, à savoir le vocabulaire, le gros de la syntaxe et tutti quanti. Sauf que rien n’est toujours aussi simple, on rencontre un premier obstacle. Et de la même manière que les roses ne s’offrent jamais en chiffre pair, les problèmes, eux, ne viennent jamais seuls. Je ne saurais dire si j’ai pris les bonnes décisions. Il me semble que oui. Sauf qu’en petit bonhomme indécis que je suis, maintenant que je ne peux plus revenir sur le texte, je me dis que l’autre solution, celle que j’ai rejetée sans la moindre hésitation, c’était finalement peut-être la bonne. Voilà bien une frustration, une remise en cause perpétuelle, l’envie de défaire ce que j’ai fait la veille, de remettre ce mot que j’avais remplacé. Et tous ces problèmes de traduction… Mais que faire ? Toutes les solutions paraissent à la fois bonnes et mauvaises, utiles et ridicules. C’est là qu’il faut décider, trancher et assumer. Quoi qu’on en dise, mes choix, je les assume. Ils peuvent paraître hasardeux, un peu maladroits, exagérés peut-être… mais après avoir pesé le pour et le contre, il m’a semblé qu'ils étaient les bons. Bien sûr, il y a des pertes, et il faut apprendre à les accepter. Mais après tous ces détails qui font de notre traduction – en tout cas de la mienne – un Sudoku force six, il y a ces moments qui nous remplissent de joie. Ceux où les solutions, à force d’acharnement, apparaissent comme une évidence, déboulant sans crier gare. On ne les voit pas venir, mais on est content de voir arriver les renforts car sur le front, on a perdu des hommes, on s’est arraché les cheveux. On se sent stupide de ne pas y avoir pensé plus tôt alors que cela fait quatre mois qu’on se demande s’il n’y a pas une erreur dans le texte. Ces petits instants, « que je ne peux décrire que comme épiphaniques » – pour citer Adrián, le personnage de ma traduction – où l’ampoule éteinte au fond de notre cerveau a un ultime instinct de survie et décide de s’allumer, ces instants-là sont de véritables moments de bonheur. Et c’est ainsi qu’après neuf jets, on se sent fier. On est allé au bout, et on a donné tout ce qu’on avait : on y a mis notre cœur, notre énergie, notre sommeil… Voilà bien quelque chose qu’on ne pourra jamais nous reprocher. Bien sûr, il y a des choses à dire, des corrections à faire mais une traduction n’est jamais vraiment terminée, et ça, personne ne peut le contredire.

Mon bilan d'année, par Vanessa Canavesi

Récit de déboires amoureux (ou Ma traduction longue et moi)

Ce que j'ai ressenti quand il m'a quittée ?
Le vide, d'abord. Non pas que je sois triste de l'avoir vu partir ; d'ailleurs, il faut dire qu'on ne s'aimait pas franchement, le texte espagnol et moi. Chut, j'espère que l'auteur ne m'entendra pas, mais j'avoue avoir parfois détester son style, puisque je le trouvais inexistant. Évidemment – comme pour tout – on n'apprend qu'avec le temps et la maturité à se méfier des apparences. Alors, pourquoi l'avoir choisi, lui, si je ne le voulais pas réellement ?
En vérité, tout allait très bien au départ ; nous coulions des jours heureux, lui dans sa version originale à la couverture cartonnée, moi blottie dans ses doux murmures, bercée de mes illusions. Il me susurrait des messages d'espoir : « On va faire un bout de chemin ensemble, tu vas voir, ça va être formidable. » Et moi, je le croyais. Après tout, outre son sujet accrocheur, je l'avais choisi pour ses qualités de récit bien ficelé, pour son style caractéristique de quelqu'un qui va droit au but, qui sait ce qu'il veut, qui s'exprime par des phrases si lapidaires qu'on ne s'en sort pas indemne. Mais voilà, c'est comme pour tout, je vous dis. Ce qui justement me l'avait fait préférer aux autres a bien vite commencé à m'exaspérer. Nous nous sommes souvent disputés (« Pourquoi est-ce qu'il fallait que tu sois si différent, hein ? Tu es impossible à rendre en français. En français, on ne s'exprime pas comme ça, un point c'est tout. Ah, je regrette tellement que tu sois aussi réfléchi, aussi pensé, aussi schématisé, allez, un peu de fantaisie, quoi ! De toute façon, tu n'es même plus un vrai livre à mes yeux. Je ne t'aime plus. »).
Lui, il ne répondait jamais rien... Oh, j'ai été à deux doigts de le quitter, plus d'une fois. Mais ma pire attaque a été l'ignorance. Je faisais semblant de m'en préoccuper, mais jamais je n'avais cherché à le connaître plus en amont. Je l'ai ignoré ainsi, feignant l'amour, jusqu'au jour où il a fallu que je regarde la réalité en face. Il avait une personnalité, bon sang. Une personnalité à lui. Et si je voulais avancer avec lui, il fallait que je fasse avec. Alors j'ai commencé, laborieusement, à le questionner. Pour de vrai. Je l'ai observé sous plusieurs angles, je l'ai regardé en face, j'ai joué avec lui...
Et un jour, j'ai pris ma décision. J'allais, comme on peint un modèle nu au centre de la pièce sur les remparts de sa toile, m'amuser à le peindre. À le traduire. Je nous ai dessiné ensemble, j'en ai parlé autour de moi, j'ai dit « mes personnages ». En définitive, je l'ai adopté.
Il prenait de plus en plus de place dans ma vie. J'ai appris à l'aimer en le transformant à travers ma peinture. Je lui ai donné des couleurs là où il était fade, mais sans jamais faire affront à sa nature profonde. J'ai tracé ce qui me semblait être sa stricte représentation à l'endroit où ses traits étaient les plus prononcés. C'est à cet instant que j'ai compris. Cette peinture, ma version française, celle qui représentait la finalité de notre histoire, l'art absolu, la création, elle, je l'aimais depuis le début.
Certes, j'avais fricoté avec le texte espagnol, j'avais essayé de le changer, mais on ne change pas les gens, un point c'est tout. La version française, je pouvais la façonner, elle était malléable à merci, et plus elle ressemblait au texte espagnol, plus je la trouvais digne d'exister. Elle le sublimait. Oh, elle n'était pas parfaite, pas aussi belle que son modèle là-haut dans le monde des idées platoniciennes, mais elle avait le mérite – et l'honneur – de le représenter. Le jour où j'ai dévoilé le tableau final au reste du monde, quand les gens se sont mis à le lire, avec un regard neuf, sans a priori, et qu'ils ont apprécié la beauté de ses formes, qu'ils l'ont critiqué, là, j'ai su que notre histoire avait été une belle histoire. Et j'ai pu laisser partir le modèle et mon travail. Peu importe ce qu'il advient, cet amour platonique valait la peine d'être vécue.
Et cette sensation de vide, eh bien, non, ce n'est ni un chagrin d'amour, ni la tristesse d'une mère qui laisse partir son enfant. Ce vide-là, c'est plutôt un sentiment de vertige, le même vertige que l'on peut avoir devant l'immense brèche du Grand Canyon.
Depuis qu'il est parti, je suis au bord du précipice. Mais non, je ne veux pas mourir !
Ce Grand Canyon, c'est l'ampleur des possibilités qui s'offrent à moi. Je m'explique.
J'ai poussé l'art tellement loin que je suis arrivée à aimer un texte et à le rendre dans une autre langue. Tout le champ des possibles littéraires et linguistiques s'ouvre devant moi. Tout est traduisible, je peux et je veux tout traduire. Réaction mégalomaniaque post-creatum ? Illusion d'adolescent en émoi devant ses premières amours ? Ce qui est sûr, c'est que traduire a pris une autre dimension.

***

11 août 2011. Centre d'étude et de recherche pour le traitement des addictions.
Laboratoire expérimental. 15H45.

« Euh, voyons voir... Hum, oui, un cas rare, très rare... Quoique j'en ai déjà croisés dans ma carrière d'addictologue... Ce que nous avons sous les yeux est une forme rare de dépendance accrue à cette substance nouvelle, là, la tra... Oui, voilà, c'est ça, ça entre dans la catégorie des nouvelles formes d'addictions... Dépendance au jeu, à l'alcool, tout ça on connaît, on a déjà vu... Tandis que là... Poh poh poh... Ce narcotique-là devait être vraiment puissant... Si c'est pas malheureux, sur une pauvre jeunette comme ça... Ah, mais c'est original, c'est original ! Voyons voir... Hum... J'ai la liste des symptômes, là... Oui, intéressant... Activité anormale dans l'épithalamus, entraînant une dérégulation du sommeil, de la faim et de la soif... Bah, rien de plus normal pour une addiction ! C'est tout ce qu'on a relevé au scanner ? Ah oui, macrocéphalie spontanée observée sur le lobe préfrontal... C'est sans doute la preuve d'une inflammation dans la région de l'intelligence créative... De quels symptômes se plaint la patiente ? Fourmillements, oui... Frustration, OK... rien de plus normal...
Dépression, c'est bon... Vertige. Vertige... Vertige ? Ah, ça, vraiment, je ne sais pas d'où ça peut venir... Comment vous appeliez cette nouvelle drogue, déjà ? La tra... traduction ? Hum, intéressant, et rare, en tout cas, très rare... »

vendredi 19 août 2011

Mon bilan d'année, par Stéphanie Maze

Faire le bon choix, ne pas se tromper, trouver un SYSTÈME sont autant de phrases qui résonnent dans ma tête lors des premiers mois de cours. On écume nombre de livres, nombre de pages, mais pour autant le bon choix existe-t-il, toute traduction n'est-elle pas un défi à part entière, ardu, quoiqu'il en soit. Seulement, la panique est là. Le choix finit par être fait. C'est l'aventure qui commence cette fois, pouvoir se lancer dans la fameuse traduction longue dont on a cesse d'entendre parler. L'heure du premier jet est arrivée, je noircis des feuilles blanches sans réellement ressentir le texte, histoire de mettre la machine en route. J'essaie tant bien que mal d'établir un code couleurs pour identifier les problèmes, les différencier, et bien que me retrouvant face à des pages ô combien guillerettes, l'inutilité de l'entreprise se fait vite ressentir, me perdant au milieu des différentes teintes. Le premier jet terminé, j'ai enfin l'impression de m'atteler à la traduction, de chercher à m'imprégner du texte, des voix du narrateur. Là où il est seul et où la tâche pourrait sembler plus aisée, que nenni ! Les voix et les rythmes sont multiples, un réel foisonnement chez cet être solitaire. J'identifie les problèmes peu à peu, réussissant à en résoudre quelques-uns, d'autres me résistent, prenant un malin plaisir à me narguer, à me hanter, envahissant mes nuits. Parfois, c'est un mot sur lequel on butait qui surgit sans crier gare, au détour d'une conversation, d'une lecture, d'un film. C'est souvent en cessant de m'ingénier à trouver LA solution, qu'elle a pointé le bout de son nez. Le recul nécessaire dont on a si souvent parler est véritablement un atout précieux. Et puis – et je crois que c'était le plus difficile – il a fallu accepter les pertes... Les jeux de mots, paronomases et autres polysémies entêtantes qui n'ont su trouver leur égal dans la langue cible, des cheveux ont été perdus dans la bataille, mais le traducteur ne doit-il pas apprendre l'art du renoncement...? Et puis, il y a des doutes qui m'ont accompagnée jusqu'à la dernière minute, des décisions – et là, je pense que l'erreur de méthode est flagrante – qui n'ont été prises qu'à la toute fin, des phrases qui ont été retouchées juste avant de démarrer l'impression.
Une expérience intense donc, laissant comme un goût amer, fruit d'une insatisfaction chronique je pense, de doutes incessants qui perdurent même après m'être « débarrassée » de la bête, impression qu'une traduction n'est jamais un produit tout à fait fini mais toujours perfectible...

jeudi 18 août 2011

Question de lexique

Qu'est-ce que = l'ÉTIOLOGIE ?

Encore deux ou trois mots sur l'édition à compte d'auteur

« Les pièges de l'édition à compte d'auteur », à lire dans L'Express

Que signifie être édité à compte d'auteur ?

En quelques mots sur le site du CNL

Question de lexique

Quel est le sens du verbe = OBÉRER ?

Faut-il réhabiliter l'édition à compte d'auteur ?

(Entretien avec Devis Ravel, directeur littéraire aux Éditions de La Compagnie Littéraire, réalisé par Julie Sanchez)

1) Bonjour Denis, pouvez-vous vous présenter ? Comment êtes-vous devenu éditeur ?
Ancien publicitaire, je suis venu à l’édition uniquement par passion. Au départ, dans les années 90, j’ai commencé à écrire. Après avoir observé le fonctionnement des maisons d’édition traditionnelles, j’ai voulu publier mes livres moi-même, de façon à avoir une réelle existence en tant qu’auteur.
Je les trouvais trop élitistes, avec beaucoup d’a priori, ées d’une certaine créativité, manquant de fraîcheur. Je me définis comme un adepte de la mouvance romantique et mes lectures ont été influencées par le XIXe(Poe, Maupassant, Nerval, Mérimée, Gautier…).

2) Au sein de La Compagnie Littéraire, quels sont vos collaborateurs ?
J’ai fondé officiellement La Compagnie Littéraire en avril 2004 (la maison existait depuis 2000 mais était hébergée par une autre société) avec deux amis :
Monique Rault, qui est correctrice et Bernard Rathaux qui s’occupe du département édition (mise en page, normes typographiques…). Je travaille également avec Évelyne Leduc qui gère l’organisation et la comptabilité.
Un graphiste, Stéphane Duveau, fait les couvertures.

3) Quel était votre objectif lors de la fondation de La Compagnie Littéraire ?
Je souhaitais que chaque auteur puisse s’exprimer et publier : un roman, un essai, un recueil de poèmes, un livre pour enfants ou encore une autobiographie ou un témoignage. Notre maison est donc généraliste et notre catalogue est très varié. (Annexe 1).
Je considère que l’expression écrite est la forme la plus aboutie de l’intelligence humaine car elle mélange culture, créativité, psychologie, analyse, introspection, philosophie et expression littéraire.
Je voulais réhabiliter le compte d’auteur qui, pratiqué avec une certaine éthique, est une discipline tout à fait respectable.

4) Cet objectif a-t-il changé depuis ?
Aujourd’hui, je suis un peu moins candide et c’est déjà dommage. La pureté est ce qui permet d’avancer sur des voies durables et de construire tout en permettant de se réaliser. Avec le développement, je suis tenu de raisonner en chef d’entreprise et forcément, mes objectifs se diluent un peu.

5) Votre investissement dans La Compagnie Littéraire a-t-il changé depuis 2004 ?
Aujourd’hui, la vie en entreprise est dure. Il faut combattre au quotidien et chaque jour est une reconstruction.
Mon métier reste celui du petit éditeur et j’en suis parfaitement conscient. Les marges sont infimes, le don de soi est permanent et il est nécessaire de mettre beaucoup de passion dans ce travail. En même temps, la somme de connaissances qu’il faut avoir est assez considérable et cet élément est très enrichissant. (Citons entre autres : capacité d’évaluation d’un écrit, sens relationnel, maîtrise de la langue, de la typographie, connaissances graphiques, de l’impression, maîtrise des techniques du net, de la vente…).

6) Parlez-nous de votre philosophie…
Ma philosophie est articulée autour de la phrase d’Anaïs Nin : « Nous devons protéger les écrivains minoritaires, parce qu’ils sont les chercheurs de la littérature, ils la gardent en vie ».
Encore aujourd’hui, je pense que cette femme avait raison et qu’elle était, dans ce domaine, probablement une visionnaire.

7) Si vous étiez éditeur à compte d’éditeur, votre philosophie serait-elle différente ?
Non, car ce serait me renier. Dans la vie, il ne faut jamais renoncer à ses idéaux.

8) Quelle est votre politique éditoriale actuelle ?
Publier une œuvre qui se tienne, qui soit lisible et qui permette à l’auteur de se réaliser.

9) Lorsque vous choisissez de publier un livre, quelles sont vos motivations ?
Autant que faire se peut, publier un beau livre dont je puisse être fier tant dans le contenu que dans l’esthétique. Un livre qui procurera à l’auteur satisfaction et fierté.

10) Combien de livres vendez-vous par an environ ?
Nous publions environ 4 à 5 livres par mois. Ceux-ci sont imprimés à 300 exemplaires dans la plupart des cas (150 environ pour la poésie) et ça peut aller jusqu’à 500. Le nombre d’exemplaires varie aussi selon la demande de l’auteur. Certains, qui ont écrit une autobiographie, peuvent n’en demander que 30. Cela représente finalement peu de livres.
Nous en vendons 60 à 80 par mois en moyenne (cette année, les chiffres étaient de 115 en janvier, 50 en février et 190 en mars).

11) Avez-vous des diffuseurs ? Comment se passe la vente des ouvrages que vous publiez ?
L’auteur est son propre diffuseur.
Lorsque le livre est publié, l’auteur en reçoit la majeure partie (environ 250 sur 300). Nous lui fournissons des bons de souscription et il vend lui-même ses livres. (Annexe 2).
Dans ce cas-là, l’auteur touche la totalité du prix du livre.
Sur les livres que nous gardons (50 sur 300 pour cet exemple), nous en vendons à des particuliers qui les ont vus sur notre site (http://compagnie-littéraire.com) ainsi qu’à des libraires.
Tous les livres que nous publions sont disponibles sur des bases de données professionnelles du livre (Fnac.com, electre.fr, dilicom.com, amazon.fr, alapage.com, passiondulivre.com, decitre.fr, evene.fr, titelive.com, aligastore.com, passagedulivre.com, lechoixdeslibraires.com).
Lorsque le livre n’est pas vendu directement par l’auteur, celui-ci touche 30% du prix du livre H.T (contre 10% dans une maison à compte d’éditeur. Il faut tout de même que la vente lui permette d’amortir les coûts de départ, ce qu’il a investi). L’organisme qui a vendu touche également 30% et La Compagnie Littéraire, ce qui reste.
Nous souhaitons développer la vente en ligne (avec paiement sécurisé) pour augmenter nos ventes en quantité ainsi qu’en autonomie (car on supprime alors les intermédiaires).
Ceci serait également bénéfique pour notre image.

12) Publiez-vous des traductions ?
Oui. Nous publions quelques livres traduits de langues étrangères (russe, anglais, espagnol) vers le français.

13) Quel est votre rapport avec les traducteurs ?
Je n’en ai pas, ou peu. Je laisse l’auteur travailler avec le traducteur qu’il a choisi.
J’ai aussi eu un cas particulier. Un homme a traduit un auteur russe décédé et est venu nous voir pour publier cet ouvrage.

14) Quels sont, pour vous, les critères qui font qu’un manuscrit a un bon potentiel ?
La véracité du ton. Selon le thème abordé, on n’attend forcément pas la même chose de chaque auteur. Il y a différents niveaux dans l’écriture. Nous tenons à respecter un auteur, même si son histoire ne dépassera pas le cadre familial. Le témoignage n’en restera pas moins un regard sur la vie, sur une époque.

15) Concernant les stagiaires, que pouvez-vous dire de leur travail auprès de vous ?
C’est un partage. Il y a pas mal de choses différentes et variées à faire et je n’hésite pas à déléguer selon les capacités de chaque stagiaire.
Le stage permet de mettre le pied à l’étrier, de vivre en entreprise et de toucher à des postes qui seraient inaccessibles pour un jeune dans de grosses entreprises.
De mon côté, en échange, je forme beaucoup, je parle énormément avec les stagiaires, les impliquant dans le quotidien de l’entreprise.

16) Pensez-vous qu’ils réalisent des stages satisfaisants ? Le temps consacré à la formation du stagiaire est-il satisfaisant ?
Pour ma part, j’ai constaté que dans la plupart des cas, les stagiaires étaient satisfaits de leur stage. Ceux-ci permettent d’établir des contacts professionnels dans le cadre du travail et, de spectateurs, les stagiaires deviennent acteurs. C’est, je pense, le point le plus important durant le stage : passer de la théorie à la pratique.
Pour moi, à la fin du stage, ils doivent avoir gagné en assurance, en confiance en eux.

17) Que faites-vous en ce sens ?
Je parle beaucoup, j’explique, j’informe et autant que possible, je forme.

18) Estimez-vous, à titre personnel, que pour l’instant, l’évolution de La Compagnie Littéraire est satisfaisante ou, du moins, à la hauteur de vos espérances ?
Non, étant donné que j’ai démarré cette activité relativement tard, vers l’âge de cinquante-cinq ans. Je m’étais donné peu de temps pour développer la société.
Aujourd’hui, je constate combien ce challenge était ambitieux.
J’ai obtenu un positionnement sur ce petit marché, gagné dans certains cas le respect des auteurs, mais la société est loin d’être à la hauteur de l’ambition que j’avais placée en elle.

19) Avez-vous des regrets ou des déceptions à ce sujet ?
Avant de parler de regrets, je souhaite parler de satisfactions.
Le compte d’auteur est le parfait reflet d’une société où l’on retrouve la totalité de ses couches. On passe alternativement du médecin à l’ingénieur, de la retraitée à la mère de famille, du capitaine de police au truand, de la prostituée à son client, du scientifique à l’informaticien, du prêtre au lycéen…
C’est, je dois le dire, ce brassage qui m’a souvent donné la force de continuer.
En même temps, pour chaque auteur, la part de rêve ou de fantasme est telle, que l’on ne peut pas la laisser se développer et que notre rôle est de la pondérer sans la briser complètement.
Au rang des déceptions, je mettrais la fatuité de certains auteurs, leur côté irréaliste.
On a parfois l’impression que derrière une publication d’un livre, il y a des rêves de gloire, d’argent et de célébrité.
Peu d’auteurs sont en réalité des écrivains potentiels réels qui écrivent en faisant jaillir une source intérieure.
C’est peut-être à ce niveau que se situe ma déception.

20) Comment voyez-vous l’évolution de La Compagnie Littéraire dans les mois et années à venir ?
En ce moment, nous sommes en train de réactualiser totalement notre site. Nous souhaiterions être plus visibles et nous travaillons en ce sens.
Pour la fin de l’année 2011, nous avons prévu de développer le paiement sécurisé en ligne (voir question 11 sur la diffusion) ainsi que la filière numérique. Ce marché se développe et nous avons déjà quelques demandes pour certains ouvrages. Les livres numériques seront proposés à moitié prix, ce que pourront apprécier un grand nombre de lecteurs.
J’aimerais également développer les livres audio et, pourquoi pas, créer une partie à compte d’éditeur. Ces deux derniers projets sont encore un peu flous, mais j’y crois.

mercredi 17 août 2011

Version de CAPES, 7 (à rendre pour le 27 août)

El pandero de piojo

Había una vez un rey que tenía una hija.Un día, la muchacha sintió que tenía un extraño picor en la cabeza. El rey apartó su hermoso cabello rubio y descubrió un pequeño piojo.
- ¡Qué piojo tan atrevido! –exclamó el rey-. Instalarse en la cabellera de una princesa… Lo encerraremos en una tinaja para que crezca, y como castigo, cuando su tamaño sea suficiente, haré un pandero con su piel.
Así lo hicieron, y el piojo creció tanto que el rey pudo al fin hacer el pandero.
- Hija –dijo el rey- este pandero que he mandado hacer con la piel del piojo que te molestó será quien decida tu futuro marido y el futuro rey de estas tierras. El hombre que adivine el material con el que está hecho será el afortunado que obtenga tu mano. Así lo haré saber.
Después del anuncio del rey, muchos jóvenes guapos y valientes fueron hasta el castillo para intentar adivinar de qué estaba hecho el pandero, pero ninguno de ellos conseguía acertar. Los días pasaban y la princesa estaba triste porque veía que muchos candidatos desfilaban ante sus ojos, pero ninguno era capaz de resolver el enigma.
Un día, se presentó ante el rey un viejo para probar suerte. El hombre recibió el pandero de la mano de un criado y empezó a tocar.
- ¡Este pandero no suena! –gritaba exageradamente-. Sin sonido nunca adivinaré el material con el que está hecho.
El rey, sonriendo, se acercó al oído de su hija y le murmuró:
- Este viejo sordo jamás descubrirá que el pandero es de piel de piojo.
Pero el viejo, que era muy listo, siguió tocando. Después de un rato, anunció la gran respuesta: El rey le miró asombrado y la princesa rompió a llorar porque sabía que debía casarse con aquel viejo sordo.
- Enhorabuena –gritó el rey al viejo-, esta misma noche se celebrará la boda. No hay tiempo que perder.
En tan sólo unas horas, el rey preparó una gran ceremonia con un banquete inmenso y un divertido baile. Terminada la fiesta, los recién casados se dirigieron a la habitación. La princesa, muy triste, se asomó a la ventana y se puso a llorar. El viejo sintió lástima y le dijo:
- No llores. Yo ya soy muy viejo y lo único que quiero es un poco de compañía para mis últimos días. Jamás seré rey de estas tierras… soy incluso más viejo que tu padre.
Después de decir estas palabras de consuelo a la joven princesa, se acostó y se quedó dormido. La joven, enfurecida, hizo un pequeño hatillo con lo que creyó necesario y sin dudarlo se escapó del castillo en medio de la oscuridad de la noche. Treinta días anduvo sin descanso. Treinta días sin comer otra cosa que lo que encontraba en el camino.
Estaba muy débil y no podía caminar más. Así que de pronto, junto a un río, la princesa, fruto del cansancio, se desvaneció. Cuando volvió en sí estaba confusa, en una cama muy blandita con sábanas limpias.
- Buenos días, muchacha La princesa sobresaltada se giró hacia el lugar de donde provenía la voz. Había un joven muy guapo sentado en un sillón.
- ¿Quién eres? ¿Dónde estoy?
- No te asustes. Estás en mi castillo. Soy el príncipe de esta región. Ayer estaba cazando y cuando llegué al río…
- Pero… quiero marcharme –interrumpió la princesa-. Mi padre, la boda, el viejo… -repetía un poco aturdida aún.
- Tranquila. Ahora mis sirvientes te ayudarán a bañarte y te darán ropa limpia. Después, nos veremos en el comedor y tendremos tiempo para que me expliques todo lo que creas oportuno.
Dicho esto, el apuesto príncipe salió de la habitación. La joven tomó un baño con jabones perfumados, se peinó su hermosa cabellera y se puso las ropas limpias que el príncipe le había proporcionado. Espléndida, bajó al comedor donde el príncipe esperaba ya su llegada.
- ¡Qué hermosa estás! Siéntate por favor y comamos algo.
- Muchas gracias por su amabilidad, -dijo la princesa- pero de veras que tengo que ir a mi casa. Me escapé hace ya muchos días y mi padre estará preocupado.
- Vaya, una muchacha rebelde –sonreía el príncipe-. Dime, ¿quién es tu padre? Tu piel blanca y tus finas manos no son las propias de la hija de un herrero o de una campesina.
¿De dónde procedes?
- Verá, majestad, en realidad no soy una campesina. Soy la hija del rey de las tierras que están al otro lado de las colinas.
- ¿Cómo? ¿Una princesa? – exclamó sorprendido el príncipe-. Discúlpame, por favor, yo no sabía…
- No, por favor, no se preocupe. Con ese aspecto que debía tener es normal que no pensara que soy la hija de un rey.
- Pero, ¿cómo es que te escapaste del castillo? –preguntó el príncipe.
- Mi padre –prosiguió la joven- prometió casarme con el hombre que adivinara de qué estaba hecho un pandero, con tan mala suerte, que el afortunado fue un viejo sordo. Mi padre me susurró que no tuviera miedo, que un viejo sordo nunca sabría que el pandero estaba hecho de piel de piojo, pero insospechadamente, lo acertó, y esa misma tarde me tuve que casar con él. Por la noche, mientras lloraba asomada a la ventana, intentó consolarme, pero no quería estar con él, así que aprovechando la oscuridad de la noche me escapé de mi trágico destino. Cuarenta días anduve hasta que me desmayé y aparecí hoy aquí.
- Pero princesa, ¿cómo un viejo sordo puedo acertar el sonido de un pandero sin escucharlo? Y dices que te consoló mientras llorabas asomada a la ventana, ¿no es cierto?
- Sí, claro.
- Entonces, si estabas asomada a la ventana no podía verte llorar, ¿no es cierto?
- Sí claro, pero…
- Si sabía que estabas llorando –concluyó el príncipe- es porque podía escucharte. El viejo no es sordo. Os ha engañado. Es más, su oído es tan fino que pudo escuchar a tu padre cuando te susurró aquellas palabras, con lo que sabía de qué estaba hecho el pandero. Esa boda no es válida. Hay que anularlo todo. Mañana iremos al castillo de tu padre y le explicaremos todo.
Y así lo hicieron. Pasaron un día muy agradable paseando por los jardines que rodeaban al castillo, montando a caballo y hablando de sus cosas. Al llegar la noche regresaron al castillo para descansar, pero la luna llena ya les había iluminado con su luz especial. Toda la noche estuvieron pensando el uno en el otro. Por la mañana, prepararon los caballos y emprendieron rumbo al castillo.
Cabalgando a toda prisa sin descanso, por la noche, llegaron a su destino.
- Guardia –dijo el príncipe- avisa al rey de que el príncipe vecino ha venido en visita oficial.
A los pocos segundos, la puerta del castillo se abría dejándoles paso.
- ¿Qué se te ofrece por aquí, muchacho? Hace mucho que nadie de tu familia venía a visitarme.
- He encontrado algo que creo que le gustará recuperar – dijo el príncipe-. Se trata de su hija.
- ¿Qué sucede? – replicó el rey- Se escapó hace ya más de un mes y no sabemos nada de ella.
- Está en el carruaje, pero no saldrá hasta que no anule la boda con el viejo.
- Pero eso es imposible –protestaba el rey-. Di mi palabra y la boda tenía que celebrarse.
- Sí, pero no con trampa. El viejo no es sordo y escuchó de su boca la propia respuesta al acertijo.
- Es imposible –decía incrédulo el rey.
-¡No lo es! – interrumpió el viejo-. Es verdad que no soy sordo, pero ahora ya nada se puede hacer. Ella es mi mujer y seré el nuevo rey en cuanto acabe contigo.
- Guardias –alertó el rey-. Arréstenlo y que pase el resto de su vida encerrado. Nadie se burla del rey. Nadie amenaza a un rey. Y como recompensa por tu ayuda, joven príncipe, la boda queda anulada y como pago te entregaré aquello de mi reino que quieras poseer.
- Majestad –dijo tímido el príncipe-, si no le importa, lo único que quiero de su reino es la mano de su hija.
- Lo he prometido y así lo cumplo. Cuando dispongáis se celebrará la boda. Hasta entonces podéis quedaros aquí. He dicho.
La princesa salió corriendo del carro, llorando (esta vez de alegría) y abrazó a su padre. Después, besó a su prometido. A los pocos días se casaron y la fiesta fue celebrada en toda la región. Los
nuevos príncipes vivieron muy felices y tuvieron dos hijos: el mayor, que heredó el reino de su abuelo, y el menor, que heredó el de su padre. Ambos reinos siempre estuvieron en paz, y todos los años, en recuerdo del día de la boda, se celebraba una fiesta a la que estaban invitados todos los habitantes de las dos regiones.

Encore une expression

Que signifie = DAR CARPETAZO ?

Mon bilan d'année, par Perrine Huet

Environ huit mois, deux cent quarante-quatre jours, cinq mille huit cent cinquante-six heures. Dernière vérification avant d’envoyer les cent cinquante mille signes. La boucle est bouclée. Un sentiment de soulagement m’a envahie lorsque j’ai pesé mes deux paquets à la poste et lorsque je les ai glissés dans la boîte aux lettres. La sensation d’avoir donné le meilleur de moi-même durant cette année universitaire, oscillant entre remises en question et prises de confiance.
Le début de cette expérience remonte à la fin de l’été dernier, à l’instant où j’ai appris que de candidate sur liste d’attente je passais à étudiante du Master 2 Professionnel Métiers de la traduction. C’est à partir de ce jour-là que j’ai su qu’un livre m’attendait quelque part et qu’il allait devenir mon compagnon de route tout au long de l’aventure.
Au mois de décembre, après de longues heures passées à lire des incipit afin de dénicher « le » roman qui ferait toute la différence, j’ai enfin mis la main dessus. Le choix de l’œuvre semblait être la moitié du travail à fournir, c’est donc pour cette raison que je ressentais une immense pression flotter au-dessus de moi. J’ai fini par arrêter mes recherches au bout de quelques semaines car plus je tournais de pages, plus le doute s’installait. Ainsi, c’est Javier García Sánchez qui allait me suivre au cours de ces mois de traduction.
La première lecture que j’en ai faite m’a au départ ravie, car j’avais une très grande hâte d’entamer le débroussaillage. Mais plus j’avançais et moins j’étais convaincue d’avoir fait le bon choix, les difficultés se révélant au fil des chapitres. Pourtant, j’étais persuadée que cet ouvrage avait un intérêt à être traduit et qu’il soulevait de nombreux points dignes d’être traités. J’ai alors commencé le premier jet avec enthousiasme et découvert un texte tout à fait pertinent du point de vue syntaxique, humoristique et du point de vue des registres de langue. En revanche, le vocabulaire utilisé était particulièrement littéraire, ce qui m’a contraint à employer une énergie importante dans la recherche lexicale, tâche peu enrichissante à mes yeux. Ensuite, j’ai opéré les 2e, 3e, 4e, 5e jet…, avec un rapport au texte variant selon les jours : parfois je me demandais ce qui m’avait poussé à opter pour ce roman, découragée par certaines tournures de phrases, certains jeux de mots, d’autres fois j’étais portée par la beauté de la syntaxe et du message que l’auteur voulait faire passer. Ces humeurs diverses m’ont permis de prendre conscience de l’importance de s’approprier le texte, de le posséder du début à la fin, en cherchant toutes les nuances qui font de lui sa richesse et sa complexité. Les personnages sont devenus petit à petit mes personnages, comme si je les connaissais par cœur, comme s’ils étaient le produit de mon imagination, comme si leur voix ne faisaient qu’une avec la mienne.
Les périodes de découragement que j’ai pu traverser ont toujours alterné avec les instants de satisfaction lorsque je trouvais une solution à un problème que je laissais traîner depuis quatre-cinq jets. Grâce à cette première expérience de traduction longue, je me suis rendu compte que la fameuse politique du « laisser reposer » fonctionnait réellement, que certaines casseroles qui semblaient impossibles à résoudre en premier lieu n’étaient finalement qu’une étape de plus à surmonter, que la réponse était parfois sous nos yeux depuis le départ et qu’une prise de distance était nécessaire pour qu’elle nous apparaisse clairement.
Maintenant que je suis presque arrivée au bout de l’aventure, j’ai le sentiment d’avoir franchi un nouveau cap, malgré les nombreux obstacles qui se sont mis sur mon chemin. Je suis heureuse d’avoir mené à terme ce projet, même si l’impression d’inachevé flotte dans l’air, et même si la sensation de pouvoir améliorer encore et encore ce travail me hante. Nous verrons ce qu’il en est en septembre…

mardi 16 août 2011

Encore une expression

Que signifie = A LAS PRIMERAS DE CAMBIO ?

Et si…

… vous cherchiez le sens, et donc la traduction, de l'expression suivante : A TRANCAS Y BARRANCAS ?

vendredi 12 août 2011

Version de CAPES, 6 (à rendre pour le 17 août)

Alexander Coid despertó al amanecer sobresaltado por una pesadilla. Soñaba que un enorme pájaro negro se estrellaba contra la ventana con un fragor de vidrios destrozados, se introducía a la casa y se llevaba a su madre. En el sueño él observaba impotente cómo el gigantesco buitre cogía a Lisa Coid por la ropa con sus garras amarillas, salía por la misma ventana rota y se perdía en un cielo cargado de densos nubarrones. Lo despertó el ruido de la tormenta, el viento azotando los árboles, la lluvia sobre el techo, los relámpagos y truenos. Encendió la luz con la sensación de ir en un barco a la deriva y se apretó contra el bulto del gran perro que dormía a su lado. Calculó que a pocas cuadras de su casa el océano Pacífico rugía, desbordándose en olas furiosas contra la cornisa. Se quedó escuchando la tormenta y pensando en el pájaro negro y en su madre, esperando que se calmaran los golpes de tambor que sentía en el pecho. Todavía estaba enredado en las imágenes del mal sueño. El muchacho miró el reloj: seis y media, hora de
levantarse. Afuera apenas empezaba a aclarar. Decidió que ése sería un día fatal, uno de esos días en que más valía quedarse en cama porque todo salía mal. Había muchos días así desde que su madre se enfermó; a veces el aire de la casa era pesado, como estar en el fondo del mar. En esos días el único alivio era escapar, salir a correr por la playa con Poncho hasta quedar sin aliento. Pero llovía y llovía desde hacía una semana, un verdadero diluvio, y además a Poncho lo había mordido un venado y no quería moverse. Alex estaba convencido de que tenía el perro más bobalicón de la historia, el único labrador de cuarenta kilos mordido por un venado. En sus cuatro años de vida, a Poncho lo habían atacado mapaches, el gato del vecino y ahora un venado, sin contar las ocasiones en que lo rociaron los zorrillos y hubo que bañarlo en salsa de tomate para amortiguar el olor. Alex salió de la cama sin perturbar a Poncho y se vistió tiritando; la calefacción se encendía a las seis, pero todavía no alcanzaba a entibiar su pieza, la última del pasillo.

Isabel Allende, La ciudad de las bestias

***

Merci à Elena de nous avoir de nouveau procuré la traduction « officielle » – réalisée par Alex et Nelly Lhermillier – et signalé, au passage, la coquille sur le nom COID/ COLD :

Alexander Cold fut réveillé en sursaut au lever du jour par un cauchemar. Il rêvait qu’un énorme oiseau noir venait s’écraser contre sa fenêtre dans un fracas de vitre brisée, qu’il s’introduisait dans la maison et emportait sa mère. Dans le rêve, impuissant il regardait le vautour géant saisir Lisa Cold par ses vêtements avec ses serres jaunes, sortir par la même fenêtre cassée et se perdre dans un ciel chargé d’épais nuages. C’est le bruit de l’orage qui le tira de son sommeil, le vent qui secouait les arbres, la pluie sur le toit, les éclairs et les coups de tonnerre. Il alluma la lampe avec la sensation de se trouver dans un bateau à la dérive et se pelotonna contre le gros chien qui dormait près de lui. Il imagina qu’à quelques rues de sa maison l’océan Pacifique rugissait, se déchaînant en vagues furieuses contre la corniche. Il resta à écouter la tempête, pensant à l’oiseau noir et à sa mère, attendant que se calment les coups de tambour qui cognaient dans sa poitrine, encore pris dans les images du mauvais rêve.
Le garçon regarda le réveil : six heures et demie, l’heure de se lever. Dehors il commençait à peine à faire jour. Il décida que ce serait une sale journée, l’une de ces journées où il valait mieux rester au lit, car tout allait de travers. Il y avait beaucoup de journées ainsi depuis que sa mère était malade ; l’air de la maison était parfois si lourd qu’on avait l’impression d’être au fond de la mer. Ces jours-là, le seul moyen de trouver un réconfort était de s’échapper, d’aller courir sur la plage avec Poncho, jusqu’à perdre haleine. Mais il pleuvait sans arrêt depuis une semaine, un véritable déluge, et en plus Poncho s’était fait mordre par un cerf et il ne voulait pas bouger. Alex était sûr d’avoir le chien le plus bête de la terre, le seul labrador de quarante kilos à se faire mordre par un cerf. Au cours de ses quatre années de vie, Poncho avait été attaqué par des carcajous, par le chat du voisin, et à présent par un cerf, sans compter toutes les fois où les moufettes l’avaient aspergé de leur liquide infect et où il avait fallu le baigner dans de la sauce tomate pour atténuer l’odeur. Alex sortit du lit sans déranger Poncho et s’habilla en grelottant ; le chauffage se remettait en marche à six heures, mais il n’avait pas encore tiédi sa chambre, la dernière au fond du couloir.

***

Laëtitia Sw nous propose sa traduction :

À l’aube, Alexander Coid fut réveillé en sursaut par un cauchemar. Il rêvait qu’un énorme oiseau noir s’écrasait contre la fenêtre dans un fracas de verres brisés, s’introduisait dans la maison et emportait sa mère. Dans ce rêve, il observait, impuissant, le gigantesque vautour aux serres jaunes se saisir de Lisa Coid par ses vêtements, ressortir par cette même fenêtre cassée et se perdre dans un ciel chargé de gros nuages épais. Il fut réveillé par le bruit de l’orage, le vent qui fouettait les arbres, la pluie sur le toit, les éclairs et les grondements du tonnerre. Il alluma la lumière avec la sensation d’être embarqué sur un bateau à la dérive et il se pelotonna contre le grand chien endormi, massé à ses côtés. Il calcula qu’à quelques centaines de mètres de chez lui, l’océan Pacifique rugissait, débordant en vagues furieuses contre la corniche. Il resta à écouter l’orage et à penser à l’oiseau noir et à sa mère, dans l’espoir de voir se calmer les coups de tambour qu’il éprouvait dans sa poitrine. Il était toujours empêtré dans les images de son mauvais rêve. Le jeune homme regarda la pendule : six heures et demie, l’heure de se lever. Dehors, le jour commençait tout juste à poindre. Il décida que ce serait une très mauvaise journée, une de celles où il valait mieux rester au lit parce que tout allait de travers. De telles journées s’étaient succédé en nombre depuis que sa mère était tombée malade ; parfois, l’atmosphère de la maison était lourde, comme si l’on était au fond de la mer. Ces jours-là, le seul réconfort consistait à fuir, à aller courir sur la plage avec Poncho jusqu’à en perdre haleine. Mais il pleuvait continuellement depuis une semaine, un véritable déluge et, de surcroît, Poncho avait été mordu par un cerf et il ne voulait pas bouger. Alex était convaincu qu’il possédait le chien le plus stupide de l’histoire, le seul labrador de quarante kilos, mordu par un cerf. Durant les quatre années de son existence, Poncho avait été attaqué par des carcajous, par le chat du voisin et maintenant par un cerf, sans compter les fois où il avait été arrosé par les mouffettes et où il avait fallu l’immerger dans un bain de sauce tomate pour atténuer l’odeur. Alex sortit de son lit sans déranger Poncho et s’habilla en grelottant ; le chauffage se déclenchait à six heures, mais cela n’était pas encore suffisant pour tiédir sa chambre, la dernière du couloir.
***

Justine nous propose sa traduction :

Alexander Coid fut réveillé en sursaut à l’aube à cause d’un cauchemar. Il rêvait qu’un énorme oiseau noir se cognait violemment dans la fenêtre dans un fracas d’éclats de verre, s’introduisait dans la maison, et emportait sa mère. Dans son rêve, il observait impuissant la manière dont laquelle le gigantesque vautour, avec ses serres jaunes, saisissait Lisa Coid par les vêtements, et s’en allait par la même fenêtre cassée pour aller se perdre dans un ciel chargé de gros nuages épais. Il fut réveillé par le bruit de l’orage, le vent fouettant les arbres, la pluie sur le toit, les éclairs et les coups de tonnerre. Il alluma la lumière avec la sensation de voguer sur un bateau à la dérive et se serra contre la masse du grand chien qui dormait à ses côtés. Il pensa qu’à quelques mètres de chez lui l’océan Pacifique rugissait, déchaînant ses vagues furieuses contre la corniche. Il resta à écouter l’orage et à penser à l’oiseau noir et à sa mère, en espérant que les coups de tambour dans sa poitrine se calment. Il était toujours pris dans les filets des images de son mauvais rêve. Le jeune homme regarda sa montre : six heures et demi, l’heure de se lever. Dehors le jour commençait à peine à poindre. Il décida que ce jour serait un jour fatal, un de ces jours où il valait mieux rester au lit car tout allait de travers. Il y avait beaucoup de jours comme ça depuis que sa mère était tombée malade ; parfois l’atmosphère était pesante à la maison, comme quand on est au fond du trou. Ces jours-là, le seul réconfort du jeune homme était de s’échapper, de sortir courir sur la plage avec Poncho jusqu’à être hors d’haleine. Mais cela faisait une semaine qu’il pleuvait, qu'il pleuvait encore et toujours, un véritable déluge, et en plus un cerf avait mordu Poncho, qui ne voulait plus bouger. Alex était convaincu d’avoir le chien le plus crétin de l’histoire, le seul labrador de quarante kilos qui se fait mordre par un cerf. Dans ses quatre années de vie, Poncho avait déjà été attaqué par des carcajous, le chat du voisin et maintenant un cerf, sans compter les occasions où les renardeaux se sont soulagés sur lui, et qu’il a fallu le baigner dans de la sauce tomate pour atténuer l’odeur. Alex sortit du lit sans déranger Poncho et s’habilla en grelottant ; le chauffage s’enclenchait à six heures, mais ne parvenait toujours pas à tiédir sa chambre, la dernière pièce du couloir.

***

Jean-Nicolas nous propose sa traduction :

Au lever du jour, Alexander Coid fut réveillé en sursaut par un cauchemar. Il rêvait qu’un énorme oiseau noir s’écrasait contre la fenêtre dans un fracas de vitre brisée, qu’il s’introduisait dans la maison et emmenait sa mère. Dans son rêve, il observait, impuissant, le vautour géant saisir Lisa Coid par ses vêtements avec ses serres jaunes, sortir par la même fenêtre et se perdre dans un ciel chargé d’épais nuages noirs. Le bruit de l’orage le réveilla, le vent qui fouettait les arbres, la pluie sur le toit, les éclairs et le tonnerre. Il alluma la lampe avec la sensation de se trouver sur un bateau à la dérive et se pelotonna contre le gros chien qui dormait à ses côtés. Il crut qu’à quelques lieues de sa maison, l’océan Pacifique rugissait, se déchaînant en vagues furieuses contre la corniche. Il resta à écouter la tempête, pensant à l’oiseau noir et à sa mère, attendant que se calment les coups de tambour qu’il ressentait dans sa poitrine. Il était encore en proie aux images du mauvais rêve. Le jeune homme regarda le réveil : six heures, l’heure de se lever. C’était à peine s’il commençait à faire jour dehors. Il décréta que ce serait une sale journée, une de ces journées où mieux valait rester au lit car tout allait de travers. Beaucoup de jours étaient ainsi depuis que sa mère était tombée malade ; parfois, l’air de la maison était pesant, comme si l’on se trouvait au fond de la mer. Ces jours là, le seul remède était de s’échapper, de s’en aller courir sur la plage avec Poncho jusqu’à perdre l’haleine. Mais il ne cessait de pleuvoir depuis déjà une semaine, un vrai déluge, outre le fait qu’un cerf avait mordu Poncho et qu’il ne voulait plus bouger. Alex était convaincu qu’il avait le labrador le plus bête qu’il soit, le seul labrador de quarante kilos à s’être fait mordre par un cerf. Durant ses quatre années de vie, Poncho avait été attaqué par des carcajous, le chien du voisin et maintenant un cerf, sans compter toutes les fois où les lapins l’avaient aspergé et qu’il avait fallu le baigner dans de la sauce tomate pour atténuer l’odeur. Alex sortit du lit sans déranger Poncho et il s’habilla en grelottant ; le chauffage se mettait en route à six heures mais il ne parvenait pas à tiédir sa chambre, la dernière du couloir.

***

Bruno nous propose sa traduction :

Alexander Coid fut réveillé en sursaut à l’aube par un cauchemar. Il rêvait qu’un énorme oiseau noir se jetait contre sa fenêtre dans un fracas de vitres brisées, s’introduisait dans la maison et emportait sa mère. Dans son rêve, il observait impuissant comment le gigantesque vautour prenait Lisa Coid par les vêtements avec ses serres jaunes, sortait par la même fenêtre cassée et se perdait dans un ciel chargé d’épais nuages noirs. Le bruit de la tempête le réveilla, le vent fouettant les arbres, la pluie sur le toit, les éclairs et les grondements du tonnerre. Il alluma la lumière avec la sensation d’avancer dans un bateau à la dérive et se serra contre le buste du grand chien qui dormait à ses côtés. Il mesura qu’à quelques pâtés de maisons de la sienne l’océan Pacifique rugissait, se déversant en vagues furieuses sur la corniche. Il continua à écouter la tempête et à penser à l’oiseau noir et à sa mère, en espérant que les martèlements de tambour qu’il sentait dans sa poitrine se calment. Il était toujours prisonnier des images de son mauvais rêve. Le jeune garçon regarda le réveil : six heures et demie, l’heure de se lever. Dehors il commençait à peine à faire jour. Il décida que ce jour serait un jour horrible, un de ceux où il valait mieux rester au lit parce que tout allait mal. Il y avait beaucoup de jours de la sorte depuis que sa mère était tombée malade ; parfois l’air de la maison était pesant, c’était comme se trouver au fond de la mer. Pendant ces jours, l’unique soulagement c’était de s’échapper, de sortir courir sur la plage avec Poncho jusqu’à perdre haleine. Mais il pleuvait et il pleuvait depuis une semaine, un vrai déluge, et en plus Poncho avait été mordu par un cerf et ne voulait plus se bouger. Alex était convaincu qu’il avait le plus bébête des chiens de l’Histoire, le seul labrador de quarante kilos mordu par un cerf. Dans ses quatre années de vie, Poncho avait été attaqué par des carcajous, le chat du voisin et maintenant un cerf, sans compter les occasions où les mouffettes l’avaient aspergé et qu’il avait fallu le baigner dans la sauce tomate pour atténuer l’odeur. Alex sortit de son lit sans déranger Poncho et s’habilla en grelotant ; le chauffage s’allumait à six heures, mais il n’arrivait pas encore à réchauffer sa chambre, la dernière du couloir.

mardi 9 août 2011

Entretien avec un imprimeur, Imprimerie BM à Canéjan (33), réalisé par Vanessa Canavesi

http://www.imprimerie-bm.fr/index.php

Quels types de documents imprimez-vous ? Quelle part représente l'impression des livres ?
Les livres représentent 25 % de notre production, mais nous imprimons aussi des plaquettes, des flyers, des affiches, des brochures, des chemises...

Travaillez-vous avec des maisons d'éditions ? Rencontrez-vous les éditeurs ?
Nous travaillons avec les éditeurs, et, bien sûr, nous les conseillons.

Quels sont les différents postes occupés au sein de l'imprimerie ?
Voici les différents postes représentés dans l'entreprise : les commerciaux, le secrétariat, la comptabilité, les conducteurs de machine, les employés du façonnage, ainsi que des infographistes.

Quelles sont les techniques utilisées dans l'imprimerie BM ?
- Impression offset jusqu’au format 70 x 102 cm sur presses Heildelberg 5 couleurs à retiration avec vernis acrylique.
- Gravure CTP :Trendsetter CREO Technologie gravure directe sur plaques (Le computer to plate plus communément appelé CTP (littéralement « ordinateur vers plaque ») est un périphérique informatique d'écriture destiné à l'imprimerie, permettant de créer directement les plaques destinées aux presses à partir d'un fichier envoyé d'un poste de travail).

Quel matériel représente le plus gros investissement ?
Les machines offset coûtent le plus cher.

Globalement, quel parcours suit le livre, de la demande de devis à sa distribution ?
- Devis puis acceptation
- Rétro planning quant à la remise du fichier
- Maquette à blanc au format et avec le papier considéré
- Validation de l'ozalide
- Maquette réelle couleur et reflet exact du fichier fourni
- Impression dès cette validation
- Façonnage et livraison

Sous quelle forme vous fait-on parvenir les documents à imprimer ?
Nous imprimons soit le fichier fourni, soit la conception graphique que nous réalisons nous-même : nous avons un studio pour effectuer l'exécution technique.

Une fois le fichier remis par le client, quelles sont les étapes techniques de l'impression ?
Nous avons un laboratoire qui vérifie la conformité des fichiers fournis.

Quel tirage quotidien moyen peut réaliser l'entreprise ?
Je ne peux pas vous donner de réponse.

Les désastres d'une traduction désastreuse

Actuellement en Argentine, Elena est tombée par hasard sur une traduction en espagnol du roman de Simone de Beauvoir, La Femme rompue (La mujer rota) et a bondi d'horreur dès les premières pages. Nul besoin, je pense, d'aller comparer avec la version originale… Quelques exemples à la suite, juste pour la bonne bouche. Nous ne donnerons ni les noms des traducteurs ni les références de l'édition, pour des raisons évidentes… Mais ça n'en demeure pas moins une bonne mise en garde. Pas de travail bâclé ! JAMAIS… Car il est bien triste qu'un lecteur découvre un tel texte à travers une telle traduction.

p. 14: Sí, Freud escribió en sus cartas que a una cierta edad no se inventa nada más y que es desolador. Pero él era entonces mucho más viejo que André. No impide: injustificada, esta morosidad no me entristece menos.

[...] Prisioneros políticos españoles, detenidos portugueses, iranios perseguidos, rebeldes congoleses, cameroneses !!!!!!!!!!!!

p. 15: Al entrar en el jardín el olor de la hierba cortada me llegó al corazón: olor a los pastos de alta montaña por donde caminaba, mochila a la espalda, con André, tan conmovedor tratarse del olor de los prados de mi infancia. ???