En attendant le début des cours, voici, en guise d'entraînement, la version qui a été donnée cette année au concours du CAPES.
Una de las pocas personas que vienen a casa es Lolo Letaud, asceta cincuentona que fue profesor de griego y de latín en un instituto hasta que, hará cosa de un lustro, se desengañó de la pedagogía al advertir un factor básico de incompatibilidad entre el ablativo absoluto y los abalorios de plata que adornaban las orejas, las narices, el ombligo y los labios de su alumnado, al que Hélade le parecía un nombre de discoteca y al que los poemas de Virgilio le sonaban a jerga de tribu antropofágica, por no hacer mención siquiera de lo que sacaban en claro aquellos pupilos de una explicación relativa a los misterios de Eleusis, por ejemplo, porque Lolo se resistía a limitarse a la enseñanza de la lengua y procuraba ganarse a su clientela adolescente con esoterismos y mitologías, aunque ni por esas […]
Como nadie vive del aire, aunque él lo intentaba a brazo partido, Lolo Letaud anda empeñado desde que abandonó la enseñanza en escribir una novela de éxito popular, acogida al patrón moderno de los quimerismos históricos, y se dedica a manosear los temas que alimentan esa industria : la herejía cátara, el Grial, los enredos templarios, las intrigas vaticanas o los manuscritos del Mar Muerto, entre otros, todos ellos mezclados con exotismos científicos y con piruetas criptológicas. Pero el problema de Lolo Letaud es que siempre hay algún autor que se anticipa a las intrigas que él concibe, quemándole así sus invenciones, y se ve obligado a abandonar el proyecto en el cenit de la inspiración y el entusiasmo. « Yo tengo mala suerte, Jacob. Y no deja de ser una cosa misteriosa la mala suerte, ¿ verdad ? Une especie de voluntad averiada », y le digo que sí, por no saber qué otra cosa decirle.
Felipe BENITEZ REYES, Mercado de espejismos, ed. Destino, 2007.
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