dimanche 5 avril 2009

Votre thème du week-end, Cabanis (sujet de l'agrégation externe 2009)

En photo : hombrecillo par malaguita

Tout nous séparait : nos âges, mais surtout ses goûts, sa manière de vivre, et jusqu'à cette légèreté qui semblait la sienne et qui aurait dû s'accorder mal avec ma mélancolie. Pourtant, je l'aimais. Si je parle de lui, ma voix tremble. Il était assez petit de taille, mais avait un beau visage aux traits réguliers et un air noble et grave qui s'évanouissait dès qu'on rencontrait deux yeux gais et ardents. Il eût tout compris s'il eût voulu s'en donner la peine, mais il détestait l'effort et n'aimait rien tant que le jeu, plus que les autres ce jeu de l'amour qui fut sa grande affaire jusqu'à son dernier soupir. […]
Marié très jeune et après trois mois de mariage ne vivant plus auprès de sa femme qu'il aimait, il fut désespéré quand elle demanda le divorce et fort lent à s'en remettre : il ne pouvait se résoudre à quitter personne. Il était déjà pourtant très amoureux d'une autre qu'il épousa, à peine libre, et qu'il aima tendrement mais aussitôt de beaucoup plus loin, toujours en voyage et emmenant tour à tour toutes les amies de sa femme qui le sut, et jusqu'à sa première femme qui ne s'était pas consolée de ne plus le voir. Il fut ainsi conduit jusqu'à un second divorce, qui lui fit beaucoup de peine. Cette fois, il jura de s'amender, de renoncer à tout, et avant de passer la porte, sa femme pleura avec lui. Au même instant il avait une liaison avec une petit vendeuse dont les mains sentaient l'eau de Cologne et dont la peau était douce comme le miel, et il jeta quelques jalons vers la femme d'un général, encore belle, qu'il avait vue si majestueuse dans une réception officielle, qu'il rêvait du visage qu'elle pouvait avoir en d'autres occasions. Le second divorce fut prononcé, la générale succomba, la petite vendeuse pensa faire un beau mariage, et la tendresse aidant il épousa à nouveau sa première femme : sûr enfin d'avoir réparé tous ses torts, rajeuni, heureux, il eut une douzaine d'aventures plus compliquées et plus exquises les unes que les autres, quand il mourut.
Étendu sur son lit, le visage blanc, vêtu d'un dérisoire costume de cérémonie, une petite médaille à son revers, c'est ainsi que je l'ai vu pour la dernière fois, dans la pièce voisine quelque femme pleurant, je ne savais laquelle. On n'est pas une âme basse quand on a été aimé ainsi.

José Cabanis, « Le bonheur du jour », in Le Bonheur du temps, Paris, Folio, 1960, p. 60-61.

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Brigitte nous propose sa traduction (« Je tiens à préciser que je l'ai fait au plus près des conditions de l'examen, c'est-à-dire sans dictionnaire ni aide et d'un seul jet… j'ai donc sans doute commis des erreurs et des maladresses... mais j'améliorerai tout cela quand nous aurons le plaisir de commenter notre traduction en cœur ! ») :

Todo nos separaba : nuestras edades, pero sobre todo sus aficiones, su estilo de vida, y hasta esa soltura que parecía ser muy suya y que hubiera tenido que acordarse mal con mi melancolía. A pesar de todo yo le quería. Si hablo de él, me tiembla la voz. Era bastante bajo de estatura, pero tenía un rostro hermoso de facciones regulares y un gesto altivo y grave que se desvanecía en cuanto se cruzaba una con un par de ojos alegres y ardientes. Lo hubiera entendido todo si se hubiera esforzado en ello, pero aborrecía el esfuerzo y no le gustaba nada tanto como el juego, y más que los demás, este juego del amor que fue su gran preocupación hasta su último suspiro (…)
Casado muy joven y después de tres años de matrimonio, sin vivir ya junto a su esposa a la cual amaba, se sintió desesperado cuando ella le pidió que divorciaran y tardó mucho en reponerse de ello : no conseguía hacerse a la idea de dejar a nadie. Sin embargo, ya estaba muy enamorado por otra con la que se casó apenas libre, y a la que quiso con mucha ternura pero pronto desde mucho más lejos, siempre de viaje y llevándose consigo, una después de otra, a todas las amigas de su esposa la cual se enterró de ello, y hasta a su primera mujer que no se había consolado de dejar de verle. Así fue como llegó a un segundo divorcio que le causó mucha pena. Esta vez, juró enmendarse, renunciar a todo, y antes de que pasara la puerta, su mujer lloró con él. En el mismo instante, estaba ligado con una joven vendedora cuyas manos olían a Colonia y cuya piel era suave como la miel, e intentó acercarse a la mujer de un general, todavía bellísima, a la que había visto tan majestuosa en un banquete oficial que soñaba con el rostro que pidiera tener ella en otras ocasiones. El segundo divorcio fue declarado, la señora del general se dejó seducir, la joven vendedora pensó en casarse felizmente, y con la ayuda de la ternura volvió a contraer matrimonio con su primera mujer : seguro de haber corregido por fin todos sus errores, rejovenecido, feliz, tuvo una docena de aventuras, todas más enredadas y más exquísitas las unas que las otras, cuando murió.
Tendido en su cama, el rostro pálido, vestido con un irrisorio traje de ceremonia, con una medallita en la solapa, así fue como lo vi yo por última vez ; en la sala contigua, una mujer llorando, sin saber yo cuál era. No puede ser alma mala quien tanto fue amado.

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Odile nous propose sa traduction :

Todo nos separaba : nuestras edades, pero más que nada sus gustos, su modo de vivir, y hasta aquella ligereza que parecía ser muy suya y que no hubiera debido que concordar bien con mi melancolía. Sin embargo, yo lo quería. Cuando hablo de él, me tiembla la voz. No era muy alto pero tenía los rasgos regulares y un semblante noble y grave que se desvanecía en cuanto se daba con su mirada alegre y fervorosa. Él lo hubiese entendido todo si hubiese deseado tomarse la molestia pero aborrecía el esfuerzo y no le gustada nada tanto como el juego, más que ninguno éste juego del amor que fue su grande ocupación hasta su último suspiro. (….)
Se casó muy joven y al cabo de tres meses de matrimonio, sin vivir ya con su mujer, a la que amaba, estuvo desesperado cuando ella pidió el divorcio y le costó mucho superarlo : no podía resolverse a dejar a nadie. Sin embargo, ya estaba muy enamorado de otra con la cual se casó en cuanto se encontró libre, y la quiso con ternura pero muy pronto de mucho más lejos, siempre de viaje y acompañado, cada una a su vez, de todas las amigas de su mujer -la cual se interó de ello-, y hasta de su primera mujer que no se había consolado de no verlo más. Asi fue como llegó hasta un segundo divorcio que le causó mucha pena. Aquella vez, juró de enmendarse, de renuciar a todo, y antes de que pasara la puerta, su mujer lloró con él. En seguida tuvo una relación con una joven dependiente cuyas manos olían a Colonia y cuya piel tenía la suavidad de la miel y preparó el terreno en vistas de la esposa de un general, todavía guapa, a la que había visto tan majestuosa cuando una recepción oficial, que soñaba con la cara que ella podría poner en otros momentos. El segundo divorcio fue pronunciado, la mujer del general se dejo seducir, la joven dependiente pensó que iba a casarse con un hombre adinerado, y merced a la ternura él se casó otra vez con su primera esposa : seguro por fin de haber corregido todos sus errores, rejuvenecido, feliz, tuvo una docena de aventuras más complicadas y exquisitas unas que otras, cuando murió. Yaciendo en su cama, la cara lívida, vestido con un irrisorio traje de ceremonia cuya solapa llevaba un pequeña medalla, así fue como yo lo vi la última vez ; en el cuarto contiguo, una mujer lloraba, yo no sabía cuál era. No puede ser un alma miserable la que fue tan amada.

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