¿ESTUDIAS O TRABAJAS?
No traer dinero es como andar sin aretes: te la pasas sobándote las orejas a falta de su presencia; te acostumbras tanto a ellos que pasan a formar parte de ti misma, y ya no sabes que hacer cuando no los traes puestos. Así sucede cuando no traes lana, pasas por los escaparates de las tiendas y nomás te sobas las bolsas de los pantalones; nomás sientes cómo te faltan los billetes, cómo te guiñan el ojo los vestidos y las alhajas y los perfumes franceses, y tú, paradota allí, como idiota, como decía el chinito: "nomás milando". En la Sara te prestan las muestras de los perfumes para que te los rocíes y los huelas. Son para las clientas, ¡claro!; pero yo allí tengo dos amigas que trabajan en el departamento de perfumería y me dan chance de rociarme todo lo que me da la gana. También, a veces, me consiguen muestras de pinturas de la Revlon, Estée Lauder, Channel, Clinique... Bueno, también les conviene, porque luego yo les llevo muchos clientes, ya ves que a Tijuana le decían "La Ciudad de los Perfumes", y mucha gente no nada más venía a Tijuana para reventar, sino para comprar perfumes. Porque había de todo el mundo, y más baratos, además de que son embotellados de origen. Porque en San Diego los consiguen pero embotellados en Nueva York, y aquí no, aquí vienen embotellados desde el paísdeorigen. Aunque a veces uno ya no sabe, ya ves el español ese que agarraron porque dizque tenía una fábrica de perfumes atrás de su casa, en donde reproducía muchos de los más caros. Debe haber sido muy bueno el señor, porque sus perfumes eran tan finos que pasaban por originales, y se los vendía a las tiendas sin que se enteraran. Cuando lo agarraron, la policía le derramó todos sus tinacos en el jardín de su casa, y era un apestadero como a diez cuadras a la redonda. ¡Lástima!, total, si sus perfumes eran tan finos como los originales, pues, ¡qué más daba!, al señor bien que le costaba su trabajo, ¿no? Entonces, yo estaba muy chica y no entendía muy bien qué onda; pero me acuerdo que nadie quería hablar de eso, y hasta al señor le negaban el saludo. ¡Ni lo volteaban a ver, siquiera! Después, entre las niñas, empezó a correr el mito de que el pobre señor violaba muchachitas, y todas le sacábamos la vuelta a la casa. ¡Ya ves cómo se hacen los chismes!, y mi hermana mayor, alguna vez, se metió junto con sus amigas a escondidas, y luego vinieron con el cuento aquel de que era brujo y que tenía muchos tubos de ensayo y probetas como de alquimista, y que en el centro de su cuarto tenía un círculo para invocar al diablo y hacer sesiones de espiritismo. Después le inventaron que hacía abortos y que los fetos se los ofrecía al diablo en sus rituales mágicos, y no sé qué otras tonterías. El caso es que el pobre señor tuvo que irse de México, porque aquí en Tijuana ya casi se lo comían vivo con los chismes, y ya no conseguía hacer ningún negocio; un tiempo estuvo probando con embutidos y carnes frías dizque de España; pero todos le daban carrilla con que eran del sótano de su casa, hasta que terminó vendiendo orquídeas en los cabarets de la avenida Revolución y en los restaurantes elegantes, mientras lograba venderla; pero con eso de que estaba maldita por lo de los perfumes derramados y las brujerías, ya nadie quería comprársela. Se fue a Estados Unidos y ya no volvimos a saber de él. ¡Si te digo que después de tener dinero, ya es bien difícil vivir en la miseria!
Yo nunca había tenido necesidad de nada. Mi padre siempre me dio lo que le pedía; pero ahora ya no. Bueno, sí me da de todo; pero ahora se me antojan otras cosas que él no está en condiciones de comprarme, y como que el dinero no me alcanza igual. Y los novios con dinero no son tan fáciles de hallar. O son muy pichicatos. Ya ves el Antonio, el hijo del de la joyería, no me daba nunca nada. Con trabajos me invitaba al cine. Y eso que tiene dinero su papá. Bien podría regalarme algo de la joyería, ¿no?, si es que fuera cierto lo que dice que su papá no le da. Pero..., ¿tú creés que, en realidad, no le den? Él dice que no tiene porque el negocio es de su jefe y no suyo; pero, ¡pues, de perdis, carro debía traer!, ¿o no?, mi padre no tiene tanta lana como el suyo y, ya ves: me compró carro cuando cumplí quince años.
Cuando empecé con Antonio fue cuando entré a trabajar en la importadora. Me pagaban diez dólares diarios más comisiones, y todo me lo gastaba en ropa y cosméticos. Allí fue en donde conocí a Miguel Ángel. Él era gerente de ventas; pero, además, se había conectado con esta fábrica de ropa americana, que, por cierto, quería poner una maquiladora aquí en Tijuana, eso que les llaman plantas gemelas. ¡Ya ves cómo abundan ahora! El Miguel Ángel me echaba mucho el ojo y un día me preguntó que qué clase de relación tenía yo con el Antonio. Yo le contesté que éramos novios. "¿Y..., se piensan casar?", cuestionó con una sonrisita medio atrevida. Luego, me dijo, "para ser francos, María Elena", y se me quedó mirando. Entonces me soltó unos rollotes sobre la liberación femenina, y que era muy inteligente y muy audaz y super sexy; que yo no era una mujer para el matrimonio, ¡mucho menos con un chavo como el Antonio!, que nomás me iba a tener encerrada, y que yo era una mujer que emanaba dinamismo y seguridad, con una gran proyección y un futuro extravagante y, ¡zas!, que me la suelta, y me propone que entre a la academia para modelos a tomar clases en San Diego. Yo, de momento, no supe qué decirle; pero te mentiría si te dijera que entonces no me gustó la idea. Yo le contesté que no sabía, que tendría que hablarlo con mi novio y con mis padres; pero que pensaba que ellos no estarían de acuerdo. Entonces, él me dijo que qué necesidad tenía yo de pedir permiso, si yo ya tenía dieciocho años y no lo necesitaba. Pero, ¡pues, cómo creés que iban a querer, si ya ves la imagen que se tiene de las modelos! Ya hacía algunas semanas que yo tenía relaciones sexuales con el Antonio y, esa tarde, después de terminar de hacer el amor, que le digo: "Tú, ¿qué harías si yo trabajara de modelo?" Y él que suelta la carcajada. "¡Tú!, ¿de modelo?", me dijo con cara de idiota. "Sí, yo, ¡de modelo! Pues, a ver, ¡qué tiene que ver!" Y que se ríe más el imbécil. "¿Estás loca?", me dice, y que ya no le contesto. ¡Nombre!, para qué te cuento. Y que me tira todos unos rollotes sobre la liberación femenina, completamente al revés de como me los tiró el Miguel Ángel: me empezó a hablar sobre la mujer convertida en objeto, y que si el artículo de uso, y que si las modelos son lo peor del sistema capitalista porque explotan el cuerpo hasta convertirlo en un artículo de consumo, y que si era eso lo que yo quería. ¡Ay, mira!, hasta que me harté de oírlo y, entonces, fui yo la que me le quedé mirando y que le contesto: "¿Es que eres comunista?" Yo que me boto de la risa. "¿Un joyero comunista?" Él que se viste, que azota la puerta y que se larga. Realmente, me dio mucho miedo perderlo en esos momentos, ¿sabes?, porque, como quiera que sea, yo estaba muy clavada con el Antonio y pensaba que si no me casaba con él ya no me podría casar; con eso de que ya no era virgen, creía que nadie más me iba a querer. Entonces, no sé si era por mi encariñamiento o por el temor de que ya no me fuera a querer otro. Pero, bueno, en realidad eso ahora ya ni me importa: yo ya me convencí de que nunca me voy a casar, porque todos los hombres son unos hipócritas, unos por liberados y otros por mojigatos. ¡Ya ves el cabrón del Leonardo!, que, según él, es muy liberal, y ahora está anulando su matrimonio por la Iglesia para poderse volver a casar de blanco (porque, has de saber, él ya se casó de blanco una vez, como si también él fuera virgencito). ¡El cabrón está divorciado y con un hijo, y anda buscando una muchachita joven y rica que le sirva de criada mientras él se realiza! Aunque, bueno, eso de criada es muy relativo, ¿eh?, ¡porque de criada!, te aseguro que una le va a poner, ¡mínimamente!, para que la nena no se le malgaste mientras cría. Porque, hasta eso, ¡mira cómo son privilegiadas esas nenas!, las cuidan como ángeles para que les duren muchos años, mientras ellos se divierten con nosotras, y se conserven sanas para cuando ellos envejezcan y poderlas seguir usando. ¡En fin!, realmente, me vale madre lo que el Leonardo esté pensando hacer; afortunadamente, ya no estoy enamorada de él. Pero sí me saca de onda que sea tan hipócrita el cabrón y que a mí nomás me hubiera utilizado mientras hallaba el amor de su vida, y que te quieran hacer creer que piensan de manera distinta; de que no son como todos los demás; de que ellos sí son los que llegaron para quedarse, mientras te manipulan ideológicamente para que les sueltes todo lo que ellos necesitan --mientras te necesitan--, y te chupan el tiempo, y el cuerpo, y las ideas y el amor y la nostalgia y los recuerdos y tus anhelos, y te lavan el coco diciéndote que eres el camino tanto tiempo buscado. Y nomás te chupan y chupan sin darte nada a cambio, porque, de pilón, tú tienes que mantenerte y cubrir tus gastos cuando sales con ellos, compartir las cuentas, hacerles regalos... ¡Son como vampiros, los infelices!
El caso fue que, como el Antonio me había hecho el berrinchito ese, que le tomo la palabra al Miguel Ángel para lo de la modelada. Me llevó a una casa muy elegante de un diseñador francés en San Diego, medio putón el ruco. Y éste que me revisa, me toma la estatura, me mira el busto, las caderas, y, pues sí, sí daba el ancho, y el Antonio, quién sabe cómo, que se entera. ¡Hubieras visto el numerito que me hizo! Se puso tan digno que casi llora. Me fue a buscar a mi casa con los ojos colorados de rabia y se soltó gritando que era lo único que me faltaba, que no conforme con ponerle los cuernos con otros cabrones, que todavía me quería ir de puta a San Diego a trabajar dizque de modelo; que si no me daba cuenta de que ese trabajo nada más me iba a conducir a la perdición, porque todas terminaban en lo mismo. ¡Ay, mira!, fue cuando, de plano, lo corté. Lo mandé derechito a su casa antes de que llegaran mis padres y lo encontraran conmigo y les contara todo. ¡Me pareció el colmo! ¡Mira que tratarme así! El caso es que me quedé como el perro de las dos tortas. Al principio, yo pensé que el Antonio me iba a buscar y a pedirme perdón; pero nada, no lo hizo. Entonces yo empecé a ir a la joyería o le hablaba por teléfono, y él se escondía o se negaba, hasta que me harté de buscarlo, porque por más que le rogué y le aseguré que no iba a irme de modelo, y que no era cierto que le ponía los cuernos, ya no quiso volver a verme. Fue hasta mucho tiempo después que volví a salir con él, luego de que terminé con el Leonardo. Pero entonces, yo ya nomás lo veía --y todavía, de vez en cuando; tú sabes, para no perder la costumbre-- para usarlo, así como ellos la utilizan a una. Pero, entonces, el Miguel Ángel ya no quiso llevarme de nuevo con el francés --por eso te digo que me quedé como el perro de las dos tortas--, porque dijo que era demasiado riesgo conmigo debido a que todavía dependía emocionalmente del novio y de mis padres y eso era muy negativo, ya que una le entra y después duda, y entonces, una los hace quedar mal a ellos y después no les creen cuando llevan a otras; además de que la puntualidad es muy importante y ya habíamos dejado plantado al francés en la siguiente cita --¡si te digo que una es medio boba!, ¡y yo por andar detrás del Antonio!--, y los franceses son muy exigentes. ¡Y lo del trabajo de modelo no es cualquier cosa!¿eh?, así que, si no te ven segura desde un principio, pues, ya no te dan chance de nuevo. Entonces, me propuso lo del conecte de la maquiladora de los gringos estos con los que estaba en pláticas, en la que iba a trabajar como gerente de relaciones públicas, en donde quería que fuera su asistente, porque, con eso de que estudié turismo y hablo muy bien el inglés me iba a poder manejar muy bien en sus asuntos, y yo, de lela, que acepto. ¿Cuándo me iba a imaginar que el Miguel Ángel era pura transa? Empezamos, pues, a trabajar en lo de la mentada maquiladora. Y trámites por aquí, trámites por allá, trámites por todos lados. Yo no sé de dónde salía tanta lana para los pagos de los permisos y las mordidas a los aduaneros. Y no faltaban los que me echaban el ojo. Y el Miguel Ángel, ¿cuándo me lo iba a imaginar?, que empieza a ofrecerme con los tipos para que le agilizaran los trámites. Yo, al principio, no me daba cuenta; pero empezó a insinuarme que me vistiera más provocativamente y hasta que les coqueteara a los rucos. No puedo negarte que, con eso de que ya me había hecho las ilusiones de meterme de modelo, me dio por lucirme un poco con la ropa que, luego, el Miguel Ángel me llevaba. Al cabo era de la fábrica con la que íbamos a trabajar, me decía. Y yo no le prestaba importancia, pensando que, efectivamente, la compañía me la pagaba. Después me enteré que el cabrón se la robaba. El caso es que allí fue en donde conocí al Leonardo; pero nunca me imaginé que el Miguel Ángel me hubiera ofrecido con él. Empezamos a salir con el cuento de los trámites, y el ojete del Miguel me empujaba a que le hiciera ojitos. "Quien quita y hasta consigas marido", me decía el muy puto, "acuérdate que, en Tijuana, no hay hombres, y los pocos que hay ya están acaparados o valen madre. Son como los teléfonos públicos". Así que empecé a reunirme con el Leonardo, primero, por las mañanas a desayunar; después por las tardes y hasta por las noches mientras hacíamos los organigramas, y le ayudaba con lo de los planos de la planta y el mobiliario y todo lo demás. El caso es que éste, luego, luego, empezó con sus confiancitas, que yo pensaba se debían a que había sido amor a primera vista. Luego me enteré que el Miguel Ángel le había dicho que yo no era señorita y hasta le había insinuado que yo era su movida; pero que no había cuento, que le daba chance de que saliera conmigo, que, al fin y al cabo, ya me había rolado con otros. Yo no me di cuenta hasta mucho después, una vez que le reclamé al Leonardo porque lo vi salir abrazado de un restaurante con una chava, y entonces él me dijo que yo qué, si nomás andaba conmigo por la movida que traían él y Miguel Ángel. ¡Ya te has de imaginar cómo me encabroné! Le dije al Miguel hasta lo que no. Y al Leonardo también. Y éste me hizo el numerito de que qué digna, que ultimadamente yo no era virgen y ya me había acostado con otros y qué casualidad que saliera con el Miguel, si él nomás traía puras putitas. Entonces, decidí no volver a trabajar con ellos; pero, como yo les solucionaba un friego de cosas, y trámites, y citas, me salieron con que, si renunciaba, renunciara también al sueldo que me correspondía por todo el tiempo que teníamos trabajando (porque entonces no estábamos cobrando sueldo; eran, cómo te diré, "riesgos compartidos"). Y sí nos transábamos una lana de lo que daban los gringos para todo lo de los trámites y la planta; pero, en realidad, no era la gran cosa si lo comparas con lo que íbamos a ganar después, y todo nos lo gastábamos. Y yo, aunque estaba recibiendo poco dinero, no la pasaba tan mal porque ellos cubrían gran parte los gastos que, se suponía, eran de la compañía. Así que no hubo manera de dejarlos. Después de ese incidente, Miguel tuvo que pedirme disculpas porque le reclamé delante del Leonardo, y yo pensé que el malentendido se había esclarecido, así que seguí acostándome con él pensando que después de las aclaraciones me iba a tomar en serio. Y éste, nada pendejo, me hizo todo un teatrito y me aseguró que me amaba y que yo era la mujer de sus sueños, y me obligó a jurarle que el Antonio había sido el único hombre que se había cruzado por mi vida. A mí no me costó mucho trabajo jurárselo, ya que, en realidad, lo había sido; pero ahora me doy cuenta de que una no debe jurar nunca nada, aun cuando sea cierto. Total, si te creen, bueno; si no, también. ¡Al fin y al cabo, sirve para lo mismo!
Lo de la maquiladora no duró mucho. Al Leonardo, el Miguel lo botó de la noche a la mañana, y yo, en solidaridad, lo dejé solo, y el cabrón se apropió de todo nuestro trabajo, así que nos quedamos bailando en la loma. En parte, el Leonardo perdió más, porque, cuando menos, yo vivo con mis padres y me mantienen; pero él... ¡Si te digo que ahora anda buscando suegro que le ponga negocio! Pero lo malo es que te acostumbras a traer centavos y a comer en buenos restaurantes y a vestirte como modelo..., y, ¡mira!, mientras los chavos no se pongan de acuerdo en qué es la liberación, pues, a nosotras nos va a llevar el demonio, porque ellos la acomodan a su conveniencia. Finalmente, es con ellos con quien te realizas y relacionas, y eso de navegar con bandera de liberada o inteligente no te conviene. Por eso, ahora, cuando conozco a un chavo y me pregunta "¿estudias o trabajas?', yo le contesto como pendeja: "¡Ay!, ¡pues ni estudio, ni trabajo!", porque eso es lo que ellos quieren: mujercitas idiotas que ni piensen, ni que sean autosuficientes económicamente.
Finalmente, me pagan todo.
1 commentaire:
Me parece sumamente interesante este blog. Creo que abre muchas posibilidades al campo del conocimiento de la literatura española y latinoamericana al mundo europeo de lengua francesa. ¡Felicitaciones!
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