Voici le texte sur lequel nous avons travaillé jeudi, lors de la séance 1 des ateliers de traduction collective.
J'espère, chers apprenti(e)s, que vous ne manquerez pas le joli décalage entre "un amigo rubio", "un amigo moreno" et "una mujer inteligente"… et que vous saurez traduire cela como el dios de la traducción manda.
¿ Qué haría usted si se le perdiese la cabeza ?
Todos han estado alguna vez próximos a perder la cabeza ; pero no es a ese estado de enajenación momentánea al que yo aludo, sino al hecho insólito de que a uno le desapareciese la cabeza de sobre los hombros.
He hecho esa pregunta a varios amigos de café o de academia y si bien algunos ni me han contestado, considerando disparatada mi pregunta, otros me han dicho cosas ingeniosas y peregrinas. Un amigo rubio me ha contestado :
« Si yo perdiese la cabeza, dejaría de comprar fijador para el pelo, me ahorraría definitivamente el sombrero y no tendría necesidad de guardar tantas señas de gentes que no me importan. »
Un amigo moreno me ha contestado :
« Si yo perdiese la cabeza, sería feliz al no tener que afeitarme. […] Además, ya no tendría que leer novelas de aventuras para dormirme, y no tendría que variar la graduación de los cristales de mis lentes. »
Un aprendiz de filósofo me ha contestado :
« Perder la cabeza es la pura ilogicidad… La razón pura se iría a paseo, y con ella, la razón práctica… Dejaría de hacer silogismos que es el juego solitario de los filósofos, y me dedicaría a colecsionista de sellos. » […]
Una mujer inteligente y platinada me ha dicho :
« Si me quedase sin cabeza, me libertaría de la ondulación permanente, que es un gasto permanente y me gastaría todo el dinero de la peluquería en collares de perlas. »
J'espère, chers apprenti(e)s, que vous ne manquerez pas le joli décalage entre "un amigo rubio", "un amigo moreno" et "una mujer inteligente"… et que vous saurez traduire cela como el dios de la traducción manda.
¿ Qué haría usted si se le perdiese la cabeza ?
Todos han estado alguna vez próximos a perder la cabeza ; pero no es a ese estado de enajenación momentánea al que yo aludo, sino al hecho insólito de que a uno le desapareciese la cabeza de sobre los hombros.
He hecho esa pregunta a varios amigos de café o de academia y si bien algunos ni me han contestado, considerando disparatada mi pregunta, otros me han dicho cosas ingeniosas y peregrinas. Un amigo rubio me ha contestado :
« Si yo perdiese la cabeza, dejaría de comprar fijador para el pelo, me ahorraría definitivamente el sombrero y no tendría necesidad de guardar tantas señas de gentes que no me importan. »
Un amigo moreno me ha contestado :
« Si yo perdiese la cabeza, sería feliz al no tener que afeitarme. […] Además, ya no tendría que leer novelas de aventuras para dormirme, y no tendría que variar la graduación de los cristales de mis lentes. »
Un aprendiz de filósofo me ha contestado :
« Perder la cabeza es la pura ilogicidad… La razón pura se iría a paseo, y con ella, la razón práctica… Dejaría de hacer silogismos que es el juego solitario de los filósofos, y me dedicaría a colecsionista de sellos. » […]
Una mujer inteligente y platinada me ha dicho :
« Si me quedase sin cabeza, me libertaría de la ondulación permanente, que es un gasto permanente y me gastaría todo el dinero de la peluquería en collares de perlas. »
Ramón Gómez de la Serna, Gollerías
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