dimanche 15 février 2009

Votre thème du week-end, Stendhal

En photo : Rue Stendhal par Valentine294

Ce n’était pas toujours de nuit et seul qu’Octave était saisi par ces accès de désespoir. Une violence extrême, une méchanceté extraordinaire marquaient alors toutes ses actions, et sans doute, s’il n’eût été qu’un pauvre étudiant en droit, sans parents ni protection, on l’eût enfermé comme fou. Mais aussi dans cette position sociale, il n’eût pas eu l’occasion d’acquérir cette élégance de manières qui, venant polir un caractère aussi singulier, faisait de lui un être à part, même dans la société de la cour. Octave devait un peu cette extrême distinction à l’expression de ses traits ; elle avait de la force et de la douceur et non point de la force et de la dureté, comme il arrive parmi le vulgaire des hommes qui doivent un regard à leur beauté. Il possédait naturellement l’art difficile de communiquer sa pensée, quelle qu’elle fût, sans jamais offenser ou du moins sans jamais infliger d’offense inutile, et grâces à cette mesure parfaite dans les relations ordinaires de la vie, l’idée de folie était éloignée.
Il n’y avait pas un an qu’un jeune laquais, effrayé de la figure d’Octave, ayant eu l’air de s’opposer à son passage, un soir qu’il sortait en courant du salon de sa mère, Octave, furieux, s’était écrié :
– Qui es-tu pour t’opposer à moi ! si tu es fort, fais preuve de force.
Et en disant ces mots, il l’avait saisi à bras-le-corps et jeté par la fenêtre. Ce laquais tomba dans le jardin sur un vase de laurier-rose et se fit peu de mal.
Pendant deux mois Octave se constitua le domestique du blessé ; il avait fini par lui donner trop d’argent, et chaque jour il passait plusieurs heures à faire son éducation. Toute la famille désirant le silence de cet homme, il reçut des présents, et se vit l’objet de complaisances excessives qui en firent un mauvais sujet que l’on fut obligé de renvoyer dans son pays avec une pension. On peut comprendre maintenant les chagrins de Mme de Malivert.
Ce qui l’avait surtout effrayée lors de ce funeste événement, c’est que le repentir d’Octave, quoique extrême, n’avait éclaté que le lendemain. La nuit en rentrant, comme on lui rappelait par hasard le danger que cet homme avait couru :
– Il est jeune, avait-il dit, pourquoi ne s’est-il pas défendu ? Quand il a voulu m’empêcher de sortir, ne lui ai-je pas dit de se défendre ?

Stendhal, Armance

***

Brigitte nous propose sa traduction :

Cuando a Octave le acosaban sus ataques de desesperación, no siempre era de noche ni a solas. Una violencia inaúdita, una maldad extraordinaria imprimía entonces todas sus acciones, y sin lugar a dudas, si no fuera más que un pobre estudiante sin padres ni protección, le hubieran encerrado en el manicomio.
Pero, en tal rango social, tampoco hubiera tenido la oportunidad de adquirir tanta elegancia en los modales que – puliendo un carácter tan singular, le convertía en un ser singular, incluso en la sociedad de la corte.
Octave debía en parte su extrema distincción a la expresión de su gesto ; tenía fuerza y suavidad y no fuerza y crueldad, como suele ocurrir en la gente ordinaria que debe una mirada a su belleza.
El poseía de manera natural este difícil arte de comunicar su pensamiento, cualquiera que sea, sin nunca ofender o por lo menos sin nunca imprimir ofensa innecesaria, y gracias a esta medida perfecta en las relaciones cotidianas de la vida, la idea de locura era rechazada.
Apenas un año antes, un joven criado, asustado por la cara de Octave, él cual pareció querer oponerse a su paso una noche en la que salía corriendo del salón de su madre, Octave, furioso, había gritado :
- ¿ Pero quién eres tú, para enfrentarte a mí ! A ver si tienes tanta fuerza, pues ¡ pruébalo ! Y al pronunciar estas palabras, le había abrazado y le había empujado por la ventana. El críado se cayó abajo en el jardin, en un trasto de laurel pero sin mucho daño.
Durante seis meses, Octave se convirtió en el doméstico del herido ; había acabado por darle demasiado dinero y cada día se pasaba varias horas haciendo su educación. Como toda la familia desaba que callara el hombre, le hicieron numerosos regalos y fue objeto de favores excesivos que le convirtieron en un ser malvado al que tuvieron que echar camino de vuelta a su tierra con una pensión.
Ahora sí que ya se pueden comprender las penas de la Señora de Malivert.
Lo que más le había causado espanto con este funesto acontecimiento, fue que el arrepentimiento de Octave, aunque extremo, sólo se había desatado al día siguiente. Por la noche, de regreso a casa, como le recordaban por casualidad el peligro pasado por este hombre :
- Es joven, había dicho entonces ¿ Por qué no quiso defenderse ? Cuando quiso impedirme salir ¿ No le dije yo que se defendiera ?

***

Odile nous propose sa traduction :

Cuando a Octave lo acosaban estos arranques de desaliento, no era siempre por la noche o cuando se encontraba solo. Una violencia extrema, una maldad extraordinaria señalaba entonces todas su acciones y, sin lugar a dudas, si no hubiera sido más que un pobre estudiante sin padres y sin protección, lo hubieran encerrado por loco. Pero en tal rango social tampoco hubiera tenido la oportunidad de adquirir esta elegancia de modales que, puliendo un carácter tan singular, lo convertía en un ser diferente de los demás, incluso en la sociedad de la corte. Octave debía en parte aquella extrema distinción a la expresión de sus rasgos; tenía fuerza y suavidad y no fuerza y dureza, come suele ocurrir al vulgo que debe una mirada a su belleza. El poseía por naturaleza el arte dificil de comunicar su pensamiento, cualquiera que fuese, sin ofensar jamás o por lo menos sin infligir nunca alguna ofensa inútil, y merced a esta medida perfecta en las relaciones ordinarias de la vida, la idea de locura estaba apartada. Apenas hacía un año, que a un joven lacayo asustado por la cara de Octave que parecía oponerse a su paso una noche cuando salía corriendo del salón de su madre, Octave, enfurecido, había exclamado:
- ¡ Quién eres tú para enfrentarte a mí ! si eres fuerte, muestra tu fuerza.
Y al decir estas palabras, lo había cogido por la cintura y lo había tirado por la ventana. Este lacayo cayó en el jardin sobre una maceta de laurel y no se hizo mucho daño.
Durante dos meses Octave se convirtió en el doméstico del herido; había acabado por darle demasiado dinero, y cada día pasaba varias horas educándolo. Com toda la familia quería que el hombre callara, pues recibió regalos y fue objeto de favores excesivos que lo convirtieron en un bribón al que tuvieron que despedir hacia su tierra con una renta. Ahora ya se pueden entender las penas de la señora de Malivert.
Lo que más le habia causado miedo cuando este funesto acontecimiento, es que el repentir de Octave, aunque fue extremo, sólo se había manifestado al día siguiente. Por la noche, de regreso a casa, como le recordaban por casualidad el peligro que había sufrido este hombre :
- Es joven, había dicho, ¿ por qué no quiso defenderse ?, cuando quiso impedirme que saliera, ¿ no le dije yo que se defendiera?

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