lundi 24 novembre 2008

Trois textes pour l'atelier de traduction des essais de Jean-Marc Buiguès

Pour ceux qui n'accèderaient pas au Bureau Virtuel, voici les trois textes que travaillera Jean-Marc Buiguès lors des séances de traduction des essais :

TEXTE 1

La lógica acorde con la claridad

§ I

Sabiduría de la ley que prohíbe los juicios temerarios
La ley cristiana, que prohíbe los juicios temerarios, es no sólo ley de caridad, sino de prudencia y buena lógica. Nada más arriesgado que juzgar de una acción, y sobre todo de la intención, por meras apariencias; el curso ordinario de las cosas lleva tan complicados los sucesos, los hombres se encuentran en situaciones tan varias, obran por tan diferentes motivos, ven los objetivos de maneras tan distintas, que a menudo nos parece un castillo fantástico lo que examinado de cerca y con presencia de las circunstancias, se halla lo más natural, lo más sencillo y arreglado.

§ II

Examen de la máxima «Piensa mal y no errarás»

El mundo cree dar una regla de conducta muy importante diciendo: «Piensa mal y no errarás», y se imagina haber enmendado de esta manera la moral evangélica. «Conviene no ser demasiado cándido -se nos advierte continuamente-; es necesario no fiarse de palabras; los hombres son muy malos; obras son amores y no buenas razones»; como si el Evangelio nos enseñase a ser imprudentes e imbéciles; como si Jesucristo, al encomendarnos que fuésemos sencillos como la paloma, no nos hubiera amonestado al mismo tiempo que fuésemos prudentes como la serpiente; como si no nos hubiera avisado que no creyésemos a todo espíritu; que para conocer el árbol atendiésemos al fruto, y, finalmente, como si a propósito de la malicia de los hombres no leyéramos ya en las primeras páginas de la Sagrada Escritura que el corazón del hombre está inclinado al mal desde su adolescencia.
La máxima perniciosa, que se propone nada menos que asegurar el acierto con la malignidad del juicio, es tan contraria a la caridad cristiana como a la sana razón. En efecto; la experiencia nos enseña que el hombre más mentiroso dice mayor número de verdades que de mentiras, y que el más malvado hace muchas más acciones buenas o indiferentes que malas. El hombre ama naturalmente la verdad y el bien, y no se aparta de ellos sino cuando las pasiones le arrastran y extravían. Miente el mentiroso en ofreciéndosele alguna ocasión en que, faltando a la verdad, cree favorecer sus intereses o lisonjear su vanidad necia; pero fuera de estos casos, naturalmente, dice la verdad y habla como el resto de los hombres. El ladrón roba, el liviano se desmanda, el pendenciero riñe, cuando se presenta la oportunidad, estimulando la pasión; que si estuviesen abandonadas de continuo a sus malas inclinaciones serían verdaderos monstruos su crimen degeneraría en demencia, y entonces el decoro y buen orden de la sociedad reclamarían imperiosamente que se los apartase del trato de sus semejantes.
Infiérese de estas observaciones que el juzgar mal no teniendo el debido fundamento y el tomar la malignidad por garantía de acierto, es tan irracional como si habiendo en una urna muchísimas bolas blancas y poquísimas negras se dijera que las probabilidades de salir están en favor de las negras. […]
Conocemos si el testigo ha sido engañado o no atendiendo a los medios de que ha podido disponer para alcanzar la verdad; y en estos medios comprendo también su capacidad y demás cualidades personales, que le hacen más o menos apto para el efecto. […]
Una mujer de veracidad probada, pero de imaginación ardiente y viva, y además muy crédula en asuntos de carácter extraordinario y misterioso, refiere, con el tono de la mayor certeza y con el lenguaje y ademán de una impresión reciente, que en la noche anterior ha oído en su casa un ruido espantoso; que, habiéndose levantado, ha visto el resplandor de algunas luces en partes del edificio en las que no habita nadie, y que repetidas veces han resonado con toda claridad voces desconocidas, ya cual gemidos de dolor, ya cual aullidos de desesperación, ya cual aterradoras amenazas. La testigo habrá sido engañada. Es probable que, estando profundamente dormida, algún gato que andaría ocupado en sus ordinarias tareas de hurto o caza habrá derribado algún trasto con estrepitoso fracaso. La buena señora, que quizá conciliaría difícilmente el sueño, agitada por espectros y fantasmas, despierta al retumbante ruido; levántase, despavorida; corre presurosa de una a otra parte; ve en los aposentos desiertos alguna luz, por la sencilla razón de que nadie cuidó de cerrar las ventanas, y por ellas penetran los rayos de la luna; por fin llegan a sus oídos las voces misteriosas, que no debieron de ser más que los silbidos del viento, los crujidos de alguna puerta mal segura y tal vez el remoto maúllo del malandrín, que, salido por la buhardilla, se va a trabar refriegas por la vecindad, sin pensar que sus maldades tienen en congojosa cuita a su dueña y bienhechora.

Jaime Balmes, El criterio, 1843

***

TEXTE 2

El teósofo Martínez Pascual.

La celebridad de Saint Martin vive, aún más que en sus oscuros libros, en los estudios que han dedicado a rehabilitar su memoria críticos tan elegantes e ingeniosos como Caro y Sainte-Beuve, y sobre todo en los extensos libros que primero Matter, el historiador del gnosticismo, y lueyo Franck, el expositor de la cábala, han dedicado a su doctrina, a los precedentes de ella, a sus maestros y a sus discípulos
Saint Martin era algo más y algo menos que pensador y filósofo. No era cristiano, o lo era a su modo, y no afiliado en secta conocida; pero era místico, y con ser místico heterodoxo, no llegaba a panteísta, y se quedaba en el deísmo de su tiempo. La lectura de los libros del zapatero alemán del siglo XVI Jacobo Boehme le hizo teósofo, pero tampoco se paró en la teosofía, sino que llegó a la teurgia, pretendiendo comunicaciones inmediatas y directas con los seres sobrenaturales y luces y revelaciones extraordinarias.
En vano se quiere extirpar del humano espíritu la raíz de lo maravilloso; ¿quién la arrancará de cuajo? Derechas o torcidas, sus ramas buscan siempre el cielo. Cuando la demolición escéptica deja vacía de fe y de consuelos un alma, refúgiase ésta, si no es totalmente ruda, grosera y apegada a la materia, en cierto misticismo vago, en nieblas espiritualistas, y con más frecuencia aún en las ciencias ocultas y en las artes mágicas y vedadas. Cuando el aquejado de tan grave dolencia de incredulidad es todo un siglo, brotan en él como por encanto los seudoprofetas, los fingidores de milagros, los prestidigitadores científicos, los magnetizadores y nigromantes, los evocadores de espíritus los aventureros de longevidad portentosa, los intérpretes de las escondidas y misteriosas propiedades de piedras y plantas, los fisionomistas dotados del poder de la adivinación, los transmutadores de metales, los inventores de panaceas..., toda la turbamulta de personajes estrafalarios y grotescos, ora soñadores e ilusos, ora truhanes y buscavidas, que iluminaron con tan extraña luz los últimos años del siglo XVIII: Cagliostro, Casanova, Lavater, Swedemborg, Saint-Germain, los filaletas, Mesmer y otros innumerables, de cuyas influencias no se libertó la juventud de Goethe.


Marcelino Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, 1880-1882

Traduction élaborée en cours :

Le théosophe MARTINÉS de PASQUALLY

La renommée de SAINT MARTIN, plus que dans ses livres obscurs, perdure dans les études que des critiques aussi élégants/raffinés et ingénieux que CARO et SAINTE-BEUVE ont consacrées à réhabiliter sa mémoire, et surtout, dans les volumineux livres que, d'abord/en premier lieu, MATTER, l'historien du gnosticisme, et ensuite, FRANCK, le commentateur de la cabale/kabbale, ont consacrés à sa doctrine et aux antécédents de cette dernière, à ses maîtres et à ses disciples.
SAINT-MARTIN était un peu plus et un peu moins qu'un penseur et un philosophe. Il n'était pas chrétien, ou il l'était à sa façon, ni affilié à aucune secte connue; mais il était mystique et bien qu'étant mystique hétérodoxe, il n'allait pas jusqu'à être panthéiste/jusqu'au panthéisme, et en restait au/se contentant du déisme de son temps. La lecture des livres du cordonnier allemand du XVI° siècle, Jacob BOEHME, le fit devenir théosophe, mais il ne s'arrêta pas davantage à la théosophie et parvint à la théurgie, en prétendant des communications instantanées et directes avec les êtres surnaturels, et des illuminations et des révélations extraordinaires.
C'est en vain que l'on veut extirper de l'esprit humain les racines du merveilleux; qui les arrachera/déracinera/déterrera complètement ? Droites ou tordues, ses branches cherchent toujours le ciel. Quand la démolition sceptique laisse vide de foi et de réconfort une âme, celle-ci se réfugie, si elle n'est pas totalement inculte, grossière et attachée à la matière, dans quelque vague mysticisme, dans des brumes spiritualistes, et encore plus fréquemment, dans les sciences occultes et les arts magiques et prohibés. Quand la victime plaintive qui souffre d'une si grave infirmité/maladie d'incrédulité est/englobe tout un siècle, s'y développent, comme par enchantement, les pseudo-prophètes, les faiseurs de miracles, les prestidigitateurs scientifiques, les magnétiseurs et nécromanciens, les invocateurs d'esprit, les aventuriers à la prodigieuse longévité, les interprètes des vertus cachées et mystérieuses des pierres et des plantes, les physionomistes doués du pouvoir de la divination, les transmutateurs de métaux/alchimistes, les inventeurs de panacées..., toute la cohorte des personnages extravagants et grotesques, tantôt rêveurs et utopistes, tantôt aigrefins et gagne-deniers, qui éclairèrent d'une si étrange lumière les dernières années du XVIII° siècle : CAGLIOSTRO, CASANOVA, LAVATER, SWEDENBORG, SAINT-GERMAIN, les philalèthes, MESMER et d'autres, innombrables, des influences desquels la jeunesse de GOETHE ne put se libérer.


***

TEXTE 3

El Islam y la vida interior del hispano-cristiano

Hasta ahora nos hemos encontrado con palabras, usos, creencias e instituciones, directa o indirectamente ligadas con la vida islámico-española. Toca ahora trasladarnos a zonas menos patentes en donde sera más difícil percibir con la evidencia de antes las vías trazadas por el Islam en el mismo fondo de la psique española, en ciertos hábitos del hombre inte¬rior. Ya era presumible, sin embargo, que tras los importantes y concretos contenidos examinados anteriormente,1 se hubieran desarrollado tendencias genéricas de acuerdo con las formas islámicas de la experiencia intima. Los cristianos existieron demasiados siglos teniendo como límite de su paisaje moral el horizonte del Islam, para que éste dejara de intervenir en los usos de la conciencia, a la larga, tan subcons¬cientes y recónditos, que ningún signo exterior delata sus origenes islámicos. Tal clase de fenómenos corresponde a lo que los naturalistas llaman seudomorfosis, dicho sea solo para hacerme entender, ya que el ser humano es muy distinto de un mineral cristalizable. Algo así hemos observado ya en la palabra hijodalgo, románica en su aspecto, e islámica en su función semántica.
La persona íntima hace dentro de sí gestos y ademanes, lo mismo que el cuerpo físico, y por eso dice la gente que a alguien «se le pasea el alma por el cuerpo». El alma y el espíritu a veces huelgan y en otros casos trabajan; mantienen entre sí relaciones armónicas o adversas, con anuencia del cuerpo o a pesar de su rebeldía. Armaban en cierta ocasión al conde de Cabra antes de entrar en pelea, y notando su temblor, le preguntaron cómo temblaba hombre de tanto ánimo; respondió entonces: «Temen las carnes del extremo en que las ha de poner el corazón».1 Algo semejante dijo más tarde el príncipe de Condé, y a cada instante se presentan fenómenos comparables a éstos. El sabio absoluto, el héroe o el moralista rígido pueden encerrarse en su espíritu, y no conceder beligerancia a los deseos del alma, o a las sensaciones del cuerpo.2 El pro-blema es tan familiar como arduo, y hemos de soslayarlo, pues sólo interesa recordar que frente al tipo de quienes desean y pueden aislarse en su espíritu, hay el de quienes no aíslan su yo espiritual de la vecindad del alma y del cuerpo.1
El propósito del acto pensante es el logro de una verdad que sera luego poseída comunalmente por quien la conozca, lo mismo que por quien la pensó por primera vez; las razones son universales y supraindividuales, y no invitan a conocer el alma y el cuerpo de quien las for¬muló. Desde otro punto de vista, el que acepta la verdad y lo que en ella hay de real, reconoce la existencia de algo en que su vida no tiene intervención. Así pues, el pensador que se objetiva en pensamiento, se desposee de algo que es suyo; a su vez, reconocer la existencia de algo objetivo, supone la admisión de que aquello no nos pertenece como tal existencia. Hay pueblos, sin embargo, para los cuales fue más ur¬gente expresar su participación anímica en el mundo en torno, que aislarse de él a fin de meditar acerca de las dificultades o problemas que ese mundo crea. El resultado de estas meditaciones son realida¬des que nada revelan del alma de quien las suscitó, ni nada dicen al alma de quien se pone en contacto con ellas (un teorema, un dique, un artefacto industrial). Al español nunca le sedujeron mucho tales actividades por no ser muy dado a razonar, según ya vimos decía Alonso de Palencia en el siglo XV; es decir, para razonar necesita no prescindir totalmente del alma y quizá tampoco del cuerpo. Antonio de Nebrija, el más sabio humanista espanol, compuso unas tablas para calcular las horas y conocer las de las distintas ciudades de Europa; pero dice en el prólogo, que se tomó tal tarea para que no viniera a fastidiarle con preguntas un fraile amigo suyo siempre que se descomponía el reloj de su casa. El pensamiento ha de integrarse entonces en la vida total de la persona, con lo cual queda poco espacio para el puro teorizar. De ahí que apenas haya fîlósofos y científicos españoles con pensamientos completamente originales. Recordemos que la idea de la inmortalidad para Miguel de Unamuno implicaba la inmortalidad de su cuerpo, incluso, quizá, la del peculiar indumento que lo recubría.

Américo Castro, España en su historia. Cristianos, moros y judíos, 1948

Traduction proposée :

L'Islam et la vie intérieure de l'hispano-chrétien

Jusqu'à présent, nous sommes tombés sur des mots, des usages, des croyances et des institutions directement ou indirectement liés à la vie islamico-espagnole. Il convient, maintenant, d'aborder des zones moins patentes où il sera plus difficile de distinguer/percevoir, avec la même évidence antérieure, les voies tracées par l'Islam au fond même de la psyché espagnole, dans certaines habitudes de l'homme intérieur. Cependant, il était déjà prévisible que, après les contenus importants et concrets examinés précédemment, des tendances génériques se seraient développées en accord avec les formes islamiques de l'expérience intime. Les chrétiens ont vécu durant trop de siècles en ayant/avec pour seule limite à leur paysage moral l'horizon de l'Islam, pour que ce dernier cesse d'intervenir dans les usages de leur conscience, à la longue, si inconscients et enfouis, qu'aucun signe extérieur ne révèle leurs origines islamiques. Une telle sorte/catégorie de phénomènes correspond à ce que les naturalistes nomment pseudomorphose, terme que j'utilise uniquement pour me faire comprendre, étant donné que l'être humain est très différent du minéral cristallisable. Nous avons déjà observé quelque chose de semblable avec le mot "hidalgo", roman dans son aspect et islamique dans sa fonction sémantique.
La personne intime fait, en elle-même, des mimiques/moues et des gestes, de la même façon que le corps physique; c'est pour cela que les gens disent de quelqu'un qu'il "a son âme qui se promène dans son corps". L'âme et l'esprit, parfois, sont au repos, et dans d'autres cas, au travail. Ils entretiennent des relations harmonieuses ou conflictuelles, avec le consentement du corps ou en dépit de sa rébellion/son opposition. Un jour où on armait le comte de CABRA, avant qu'il n'entrât en lice, comme on remarquait qu'il tremblait, on lui demanda comment un homme d'un tel courage pouvait trembler; il répondit alors : "la chair craint les dangers auxquels son cœur l'expose". Le prince de CONDE a dit, plus tard, quelque chose de semblable, et à chaque instant, des phénomènes comparables à ces derniers s'offrent à nous. Le sage absolu, le héros ou le moraliste rigide peuvent s'enfermer dans leur esprit et ne pas daigner combattre les désirs de leur âme ou les sensations de leur corps. Le problème est aussi familier qu'ardu et nous devons le contourner, car il importe seulement de rappeler que face à la catégorie de ceux qui souhaitent et peuvent s'isoler dans leur esprit, il y a celle de ceux qui n'isolent pas leur moi spirituel du voisinage de leur âme et de leur corps.
Le but de l'acte pensant est de trouver une vérité qui sera ensuite possédée communément par celui qui la reconnaîtra, de la même façon que par celui qui l'a pensée pour la première fois. Les raisons sont universelles et supra-individuelles et ne poussent pas à connaître l'âme et le corps de celui qui les a formulées. D'un autre point de vue, celui qui accepte la vérité et ce qu'il y a, en elle, de réel, reconnaît l'existence de quelque chose qui n'a pas de prise sur sa vie. Ainsi, le penseur qui se pense comme un objet, renonce à quelque chose qui lui appartient; de la même façon, la reconnaissance de l'existence de quelque chose d'objectif, suppose d'admettre que cette chose ne nous appartient pas comme une existence en soi. Il y a des peuples, cependant, pour lesquels il a été plus urgent d'exprimer leur participation animique au monde qui les entourait que de s'en isoler afin de méditer sur les difficultés ou les problèmes que ce monde crée. Le résultat de ces méditations sont des réalités qui ne dévoilent rien de l'âme de celui qui les a produites, pas plus qu'elle ne parlent à l'âme de celui qui entre en contact avec elles (un théorème, une digue, une machine industrielle). De semblables activités n'ont jamais beaucoup séduit l'Espagnol, peu enclin à raisonner, comme nous avons vu que le disait Alonso de PALENCIA, au XV° siècle. C'est-à-dire que, pour raisonner, il ne faut pas faire totalement abstraction de l'âme, pas plus, peut-être, que du corps. Antonio de NEBRIJA, l'humaniste espagnol le plus savant, composa des tables pour calculer les heures et connaître celles des différentes villes d'Europe; mais, il dit, dans son prologue, que, s'il s'était donné une telle peine, c'était pour qu'un de ces amis moines cessât de l'ennuyer avec ses questions, chaque fois que l'horloge de sa maison se déréglait/s'arrêtait. La pensée doit s'intégrer, par conséquent, à la totalité de la vie de la personne, de sorte qu'il reste peu d'espace pour la pure théorie/théorisation pure. C'est la raison pour laquelle on trouve si peu de philosophes et de scientifiques espagnols avec des idées totalement originales. Rappelons-nous que l'idée de l'immortalité, chez Miguel de UNAMUNO, impliquait l'immortalité de son corps, voire même, peut-être, celle de la singulière enveloppe qui le recouvrait.

Aucun commentaire: